Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


30 marzo 2010

Megalomanía

A los veinticinco años estoy sencillamente hecho polvo, aniquilado. Un genio decide simplemente dejar de serlo, se vuelve un pobre diablo, carente del menor interés. Una monstruosa erupción en un tiempo limitado, un fenómeno sin par, pero que dura muy poco. Hoy me parece que soy comparable a un escritor que ya no tiene nada que decir, a un pintor que ya no tiene nada que pintar, a alguien que ya no siente interés por nada. Mi ingenio aún no está agotado, pero estoy a punto de perder enteramente las fuerzas. Puedo, desde luego, crear, tal vez, incluso algunas obras maestras aún, pero espiritualmente estoy en las últimas.

27 marzo 2010

Beber


– ¿Por qué bebes así?– Lo preguntó de golpe, como si me lanzara una cachetada. Con la mirada fija en mí, parecía como si se burlara. Pero no, no era eso. Más bien, se trataba de una mirada de puro y franco desprecio. Mi estilo de vida le irritaba como una estupidez y como una traición, y mi silencio le parecía una agravación de la injuria que cometía con la vida que había llevado hasta ese momento. Sus ojos seguían clavados en mí, con una mirada llena de odio y que insistía en sus reclamos. No era necesario ningún ensayo de respuesta: el juicio estaba hecho de antemano, incluso desde antes de haber lanzado la pregunta: culpable. Para ella, resultaba claro que mi camino consistía en un descenso hacia el fondo del abismo. A sus ojos, ya podía llevarme el demonio; era tarde para volverse atrás. A pesar de ello, parecía tener una actitud expectante y fanática, como si esperara, después de todo, una respuesta.

En ese momento, hasta el alma me olía a ron. Ya, con una botella entre pecho y espalda, estaba a esa altura del ron en que la noche parece permitirlo todo. Era como si aquella se tratara de una noche sin límites, una noche sin fin; o, más bien, como si fuera la última noche. El diagnóstico, sin embargo, es sencillo: no tengo remedio. A la pregunta de por qué bebo de la manera en que lo hago, cualquier explicación resulta inocente, por no decir idiota. ¿Para qué se emborracha uno si no es para matarse, aunque sea sólo por unas cuantas horas? ¿Qué ser anodino, se pregunta también Fadanelli, inventó esa tontería de que el alcohol es para divertirse o pasar un buen rato? Lo que deseo es encontrarme de frente con el olvido y que la conciencia se vuelva bruma. Llegado a este punto es fácil darse cuenta que uno ha vuelto a caer y el regreso no existe: es entonces cuando decido que lo más conveniente es beber hasta terminar tirado en el piso. Beber a medias me parece, al igual que a Fadanelli, un desperdicio, un lujo que no me puedo ofrecer. En ese momento, tomé mi vaso, lo contemplé por un instante y apuré el ron que aún quedaba en él. Cuánta razón tiene Lowry: ¡No hay en el mundo cosa más horrible que una botella vacía! Salvo un vaso vacío.

– ¿A dónde te lleva todo esto a la larga?– Tras una pregunta así no pude evitar que se dibujara en mi rostro una ligera sonrisa burlona. Hace mucho tiempo que dejé de compartir con mis contemporáneos la farsa del futuro. A la larga a todos nos espera el mismo destino: la muerte. Esa pregunta era una comprobación más de que el trabajo hace a los hombres estúpidos. Sin embargo, logró regresarme, por un instante, al buen humor; tal vez porque ella creía sinceramente en esa idea de ‘un futuro’, de un ‘a la larga’. Mientras me servía una copa más, reflexionaba sobre posibles respuestas a la pregunta sobre mi estilo de beber.

Vinieron a mi mente las palabras de Lemus quien dice que no hace mucho un alcohólico era un romántico. Había algo de marginalidad en la bebida y la marginalidad era poética. Podía decirse sin que nadie se burlara: “el alcohol me comunica con las musas, extiende y atiza mi percepción”. Hoy sólo se percibe aquello que la ciencia ordena, y ésta decreta: el alcoholismo, como el romanticismo, es una enfermedad. Y después de la época heroica sólo esto queda: el escritor que bebe hasta destruirse mantiene un lustre extraño, el del vagabundo que marcha en sentido contrario. Mientras todos simulan ascender en la vida, él se entretiene cuesta abajo, observando a sus contemporáneos pasearse y actuar como si en realidad lo que hacen tuviera alguna importancia. Justo en ese momento se apoderó de mí una sensación de oscuridad. Sabía que ya no podía estar a gusto en ningún lugar del mundo, que ya no podía hacer cosas ni interesarme por sus consecuencias. Estaba mirando, una vez más, la inmensidad de la noche. ¿Pero cómo habría de saber si esto era o no un buen augurio, sin tomarme antes otra copa?

Continúa Lemus, sobre los escritores, aventurando una hipótesis más: beben por el tiempo. Un escritor es, ante todo, espera. Su vida es tiempo muerto: es poco el trabajo y demasiado el ocio. Lleva menos tiempo escribir que pensar lo que ha de escribirse. Tumbado en una cama, en una banqueta o en el suelo de una cantina, lo mismo da. Aquí y allá la tarea del escritor no es tanto escribir como resistir el tiempo entre un escrito y el siguiente. ¿Resistir sobrio o ebrio? Nunca lo primero. Es también la angustia ante la página en blanco, ante la crítica, ante uno mismo. Sobre todo ante uno mismo. No hay escritor, afirma Lemus, que tenga una imagen modesta de sí mismo. No hay ninguno que no haya experimentado cierta sensación de profecía: escribe y presiente que algo grande, nuevo, asomará pronto en su obra. No hay ninguno que no fracase: escribe y descubre, irremediablemente, trágicamente, su medianía. Un día toma la pluma y, a la vuelta de una frase, lo descubre: ha alcanzado allí, sin gloria alguna, su frontera. No hay más allá. No será mejor de lo que ya es ahora. Su carrera está terminada y sólo resta una cansada inercia. ¿Reconoce que todos estaban equivocados sobre su incomparable genio, incluido él mismo, o se engaña vulgarmente a sí mismo? Bebe para conseguir lo segundo. Nunca lo primero.

Concluye Lemus su explicación sobre los escritores: tus vecinos te miran y se mofan. A veces ni siquiera eso: te desprecian. El mundo te ningunea y también por eso bebes: por rencor, por resentimiento. Naciste para brillar y, sin embargo, nadie se deslumbra. ¿Eres opaco o los otros están ciegos? Nunca lo primero. El mundo dice favorecerte –¡un escritor, bienvenido!– y, no obstante, no eres tú quien se pasea en Londres del brazo de Natalie Portman. ¿Resistes tantos insultos o tomas la botella y te inmolas? Para eso sirve el alcohol: para destruirse uno antes de que los otros lo hagan. Para arrebatarle al mundo tu fingido genio. Para vengarte de los demás llevándote tu miseria a otra parte. Un espectáculo enternecedor: media literatura vomitándole encima a la otra mitad, inconsciente en el suelo. El último en levantarse e irse es, desde luego, Hemingway. Presume de resistir más que nadie. En la Habana, mojitos. En París, champaña. En Idaho, al fin vencido, un balazo. Antes del balazo, migrañas, calambres, hipertensión, diabetes, edemas, insomnio, impotencia sexual…

A la pregunta de por qué beber, se puede responder cualquier cosa: por miedo, o porque no hemos conocido a la mujer que nuestra imaginación nos había prometido, o porque se desea un poco de soledad, o porque los abuelos, los padres, los hermanos también bebieron, o porque Dios ha atendido al pié de la letra todas y cada una de nuestras plegarias. Justificaciones para emborracharse hay en abundancia, pero una buena técnica es por lo general escasa. La única técnica que se me ocurre, afirma Fadanelli, es la de beber hasta que no quede nada de mí. Beber así ofrece la oportunidad, a decir de Lowry, de brillar, de ser admirado y hasta de ser amado. Amado precisamente por el aspecto temerario e irresponsable, por el hecho de que bajo esa apariencia arde la llama del genio. Pero es una experiencia que no se recomienda ni es recomendable. Es algo extraordinariamente peligroso y hemos de acabar, necesariamente, en el desplome.

También, pensé en decirle que lo hago, que bebo así, porque aún tengo a esa mujer clavada en el hígado. Porque el alcohol es un veneno que preciso para matar cosas que aún llevo dentro de mí. Que estoy todo el tiempo con la mirada fija en aquella persona a quien hace tiempo no veo, pero que siento, a cada momento, que se abre un abismo de sombras entre nosotros dos. Que bebo hasta morir porque mi alma desfallece. Que siempre, después de varias copas de ron me encuentro luchando deliberadamente en contra de mi amor por ella, cada vez con mayor conciencia de mi soledad. Y me consumo así, noche a noche, bebiéndome el alma en cada copa, lleno de una dulce tristeza, en medio de una oscuridad en la cual no hay la más ligera esperanza de hacer menos punzante la desesperación. Después de tales pensamientos, sólo se puede sonreír, con la sonrisa oscura y amarga de quien ha perdido toda esperanza. Finalmente, vinieron a mi mente las palabras de Bukowski: estamos aquí para beber. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir nuestras vidas tan bien que la muerte tiemble al llevarnos.

Al final, lo único que pude decir ante la pregunta de por qué bebía así, fue:

– No tiene caso que te responda. Si tienes que preguntarlo, simplemente, no lo entenderías.

26 marzo 2010

Conversaciones con Cioran: Insomnio

En el fondo, como no dormía durante la noche, no servía para nada durante el día, no podía ejercer una profesión. Después de haber pasado toda la noche en vela, no se puede hacer el payaso durante el día, ni hablar de cosas que no te interesan. Creo que no está del todo mal padecer insomnio, porque te abre los ojos. El insomnio te coloca fuera de la esfera de los vivos, de la humanidad. Estás excluido. Y la vida sólo es posible mediante la discontinuidad. Por eso soporta la gente la vida, gracias a la discontinuidad que da el sueño. La desaparición del sueño crea como una continuidad funesta. Cuando estás en vela, estás solo… ¿con quién? Con nadie. Estás solo con la idea de la Nada. Pero resulta una evidencia, lo sientes casi físicamente y todas las cosas que eran sólo conceptos se convierten en realidades vivas. ¿Qué sentido tiene ese paso del tiempo? Tú estás ahí, todo el mundo ronca, el universo ronca y tú eres el único que está en vela. Sí, el insomnio es en verdad el momento en que estás totalmente solo en el universo. Totalmente.

En las noches blancas es en las que se crea… No sólo eso, sino que, además, comprende uno, sobre todo. Mire, la vida es muy sencilla: la gente se levanta, pasa la jornada, trabaja, se cansa, después se acuesta, se despierta y vuelve a empezar otra jornada. El extraordinario fenómeno del insomnio hace que no haya discontinuidad. El sueño interrumpe un proceso. Pero el insomne está lúcido en plena noche, en cualquier momento, no hay diferencia entre el día y la noche. Es como un tiempo interminable. El insomne vive en otra temporalidad; es otro tiempo y otro mundo, ya que la vida es soportable sólo gracias a la discontinuidad. En el fondo, ¿para qué dormimos? No tanto para descansar cuanto para olvidar. El tipo que se levanta por la mañana después de una noche de sueño tiene la ilusión de comenzar algo. Pero, si velas toda la noche, no empiezas nada. A las ocho de la mañana estás en el mismo estado que a las ocho de la noche y toda la perspectiva sobre las cosas cambia necesariamente. Me parece que, si nunca he creído en el progreso, si nunca me he dejado engañar por esa estafa, ha sido también por eso. No es el tiempo que pasa, es el tiempo que no pasa. Y eso cambia nuestra vida. La vida sólo es soportable si no estamos conscientes de cada momento que pasa; de lo contrario, estamos perdidos.

25 marzo 2010

1

No se puede amar lo que amo, de la manera en que lo amo, y además compartir la vida con los demás. Es necesario saber estar solo y esperar que tanto amor surta su efecto, que me salve o que me mate, pero solo, sin los demás.

22 marzo 2010

Ecce Homo

Idealista, inmoral, irresponsable y con serios problemas con la “autoridad”. Cada especie de hombre tiene sus signos, sus sellos, cada una tiene sus virtudes y sus lastres, cada una tiene sus vicios mortales. Uno de los signos del Lobo de la Estepa era ser un hombre nocturno. La mañana era para él la peor parte del día, la temía y nunca le había traído nada bueno. Nunca había estado alegre en ninguna mañana de su vida, nunca había hecho nada bueno en la primera mitad del día, ni había tenido buenas ideas, ni le había deparado ninguna alegría, ni a él ni a los demás. Al empezar la tarde iba reaccionando lentamente, se animaba y, al llegar la noche, en sus buenos días, se tornaba creativo y, a veces, alegre.

Mi vida, de una en otra conmoción, había sido un continuo descenso, un alejamiento cada vez mayor de lo normal, de lo permitido, de lo sano. Estaba a lo largo del año sin trabajo, sin familia, sin hogar; estaba fuera de todo grupo social, solo, sin amor de nadie. Era sospechoso para muchos, estaba en continuo y amargo conflicto con la opinión y moral públicas y, aunque seguía viviendo en el ámbito burgués era, sin embargo, por mi manera de pensar y de sentir, un extraño en este mundo.

Mi vida había sido penosa, alocada y desdichada. Conducía a la destrucción y a la anulación. Había sido amarga a causa de la sal del destino de toda la humanidad. Pero había sido rica, orgullosa y rica, una vida regia aún en la miseria, y no giraba en torno a los centavos, sino en derredor de las estrellas. Mirada desde sus resultados, la vida vagabunda e inadaptada es una cantidad negativa. Pero mírese a ella misma, al movimiento interior del espíritu, indócil, inquieto, exigente, que no se deja modelar por las imposiciones del medio, que prefiere ser fiel a su individual destino, aunque esto le cueste renunciar al triunfo en la sociedad. Al punto notamos la nobleza, la dignidad que hay en esta manera de enfrentarse con la vida.

Un buen amigo suele decir de mí: Así es él; violento y cruel, pero más que contra nadie, contra sí mismo. Es un pobre impulsivo, que sólo posee fuerzas y carece de objetivos. A cada momento querría beberse todo el liqvor del mundo, pero sólo logra obtener una gota. Tiene mujeres, y nunca se siente feliz. Siente afecto por alguien y le zahiere. Finge aborrecer a todos los que se contentan, pero sólo consigue detestarse a sí mismo por no ser capaz de contentamiento. Atrabiliario, orgulloso, caprichoso, habituado a vivir para sus antojos y a no hacer sacrificios; hombre al que guían o arrastran oscuros instintos y que, en horas de cavilación, mira su propia vida desde fuera como quien contempla un espectáculo trágico en el teatro. Si el ser un solitario y el no llegar a ser comprendido son enfermedades, él padece estos males más que nadie. Es un hombre de temperamento nervioso, incapaz de contenerse; pero acaso en su fuero interior sufre más de lo que hace sufrir a los demás.

Siento que no he nacido para el bienestar y la felicidad, sino para la caída y el fracaso, y que si careciera de este lado negativo, el manantial de mi creación fluiría más pobre y más turbio todavía.

¿Qué iba a ser de mí? Era cosa que me tenía sin cuidado. A mi manera, estaba sosteniendo mi lucha contra el mundo por medio de la borrachera. Era mi modo de protestar, bastante raro y nada atractivo. Pero de este modo me aniquilaba. De acuerdo con mi personal planteamiento de la cuestión, si el mundo no utilizaba a los hombres como yo, si no tenía para ellos un puesto mejor, ni podía encomendarles una misión de más alcurnia, no había para nosotros otra alternativa mas que el aniquilamiento. ¡Peor para el mundo!

No puedo dejar de ser quien soy; por lo tanto no puedo dejar la bebida. He de quedarme con lo que me mantiene todavía en la vida y me conserva el temple, ¿entiendes? Los bebedores suelen convertirse cuando hallan algo que les satisface más que el alcohol, y en forma más duradera. Para mí ha habido algo: las mujeres. No puedo ya tratar con otras mujeres desde que la mía ha sido mía. Me ha dejado, así que… Hubo un tiempo en que tomaba una copa de liqvor, pero ahora cualquier cantidad inferior a una botella me resulta insuficiente. No podría pensar ni hablar ni vivir ni tener siquiera la impresión de que soporto mi vida, si no me tomara antes unas copas.

21 marzo 2010

PROT

I want to tell you something. Something you don’t know yet. The Universe will expand, then collapse back on itself – then expand again. It will repeat this process again and again. Forever. What you don’t know is that when the Universe expands again, everything will be as it was before. Whatever mistakes you make this time around, you will live through again on the next pass. You will live through those mistakes again and again, over and over and over. Forever. So make sure you never make a mistake you will regret forever.

8

Igual que yo ahora me visto y salgo, visito al profesor, y cambio con él frases amables, más o menos falsas, todo ello sin quererlo en realidad, así lo hacen y viven y negocian la mayoría de los hombres día a día, hora a hora, forzadamente, y sin quererlo en realidad. Hacen visitas, sostienen conversaciones, se sientan durante horas enteras en sus despachos y oficinas, todo a la fuerza, mecánicamente, sin quererlo, en realidad. Todo podría ser realizado con total perfección por máquinas, o no realizarse. Y esta mecánica, eternamente proseguida, es la que les impide ejercer la crítica de su propia vida, reconocer y sentir su estolidez y superficialidad, su desesperada tristeza y soledad. Y tienen razón, absoluta razón, los hombres que viven así, que juegan sus jueguecitos, que corren tras sus asuntos, en vez de oponerse a la mecánica y mirar al vacío, como lo hago yo.

Estoy tan solo y amo tan poco a la vida, a las personas y a mí mismo, que no puedo tomarlos en serio, a ninguno. Siempre ha habido individuos así, que exigen a la vida lo más elevado y no pueden acomodarse a su estupidez y a su crudeza.

Tú estás demasiado hambrienta y llena de deseos para este mundo tan sencillo, tan cómodo, que se contenta con tan poco. Para este mundo de hoy en día, que te escupe, para él tienes una dimensión de más. Quien hoy quiera vivir y estar alegre con su vida, no puede ser una persona como tú y yo. Quien desee música en lugar de murga, felicidad en lugar de placer, amor en lugar de dinero, verdadero trabajo en lugar de explotación, verdadera pasión en lugar de juego, para éste no hay cabida en el mundo, al menos no en este mundo.

19 marzo 2010

Tragedia

Todo problema, por definición, tiene solución. De lo contrario no se trata de un problema sino de algo diferente: se está, en ese caso, frente a una situación trágica. Cuando dos personas que se aman no encuentran ni los medios ni el tiempo preciso para decírselo, para hacérselo saber, es una tragedia. No puedo ocultar lo desolado que me siento. Los recuerdos me atormentan. Por las noches, al acostarme, es una verdadera tortura. Me hace pedazos con su ausencia. Y, sin embargo, ¡me había amado! Me había guardado en sus brazos, en su corazón. De no haber sido por ella el mundo me habría aplastado, me habría pisoteado. Ella me salvó y, después, se fue, sin apenas haber existido. ¿Había sido eso entonces real? ¿Lo único verdadero en la vida? ¿Me había amado? Una tragedia. Si. Una tragedia. Y lo repito constantemente antes de dormir: una tragedia. Lo digo con voz triste, como si más bien quisiera decir: bien, regresa, acaba de matarme.

15 marzo 2010

4

En ese momento mi corazón se decidió inexorablemente a no ceder nunca más, a no ir a donde van los demás, a no confundirme con la gente. Cualquier estilo de vida, las condiciones más desfavorables, la enfermedad, la pobreza, cualquier cosa sería preferible a aquel mediocre destino, a aquel indigno desinterés en el que había caído primero por ingenuidad, por exceso de juventud, pero al que había permanecido unido después por pereza, por imbecilidad, por eso que llaman vocación profesional. Entonces, en el momento preciso, vino en mi ayuda un mal que, en el fondo, no es otra cosa que la sensación de saberme predestinado a morir joven.

Sea.

14 marzo 2010

Conversaciones con Cioran: Historia y eternidad


¿Por qué debería yo continuar viviendo en la historia, compartiendo los ideales de mi época, preocupándome de la cultura o de los problemas sociales? Estoy harto de la cultura y de la historia; me resulta ya casi imposible participar en los tormentos del mundo y en sus aspiraciones. Hay que superar la historia: ese estadio se alcanza cuando el pasado, el presente y el futuro no tienen ya la mínima importancia y cuando nos es indiferente saber dónde y en qué momento vivimos. ¿Por qué es mejor vivir hoy que en el Egipto antiguo? Seríamos imbéciles redomados si deploráramos el destino de quienes han vivido en otras época, ignorando la democracia o los avances de la ciencia. Como es imposible jerarquizar las concepciones de la vida, todo el mundo tiene razón y nadie la tiene. Cada época constituye un mundo en sí, recluido en sus certezas, hasta que el dinamismo de la vida y la dialéctica de la historia desembocan en nuevas fórmulas tan limitadas e insuficientes como las anteriores. La historia me parece tan nula en su totalidad que me pregunto cómo hay gente que puede ocuparse exclusivamente del pasado ¿Qué interés puede tener el estudio de los ideales caducos y de las creencias de nuestros predecesores? Por magníficas que sean las creaciones humanas, yo me desintereso totalmente de ellas. ¿Acaso la contemplación de la eternidad no me aporta, en efecto, un sosiego mucho mayor? No hombre/historia, sino hombre/eternidad: esa es la relación aceptable en un mundo en el que no merece la pena ni siquiera respirar. Nadie niega la historia por simple capricho; quien lo hace es a causa de inmensas tragedias, cuya existencia poca gente sospecha. Se imaginará que hemos pensado en la historia de manera abstracta antes de negarla mediante el razonamiento, cuando nuestra negación es, en realidad, el resultado de un profundo abatimiento. Cuando niego el pasado de la humanidad en su totalidad, cuando rehuyo participar en la vida histórica, me invade una amargura mortal, más dolorosa de lo que podría imaginarse. Estos pensamientos ¿actualizan e intensifican una tristeza latente? Siento en mí un sabor agrio a muerte y a nada, que me quema como un veneno violento. Estoy triste hasta el punto de que todo en este mundo me parece carente para siempre del menor encanto. ¿Cómo podría yo hablar aún de belleza y dedicarme a la estética cuando siento una tristeza total?

No quiero saber nada más. Superando la historia adquirimos una especie de supraconciencia capital para la experiencia de la eternidad. Ella nos conduce, en efecto, hacia una región en que las antinomias, las contradicciones y las incertidumbres de este mundo pierden su sentido, una región en la que se olvida la existencia y la muerte. Es el miedo a la muerte lo que motiva a los incondicionales de la eternidad: en efecto, la única ventaja real de la experiencia de lo eterno es que nos hace olvidar la muerte. Pero ¿qué sucede cuando la contemplación se acaba?

13 marzo 2010

En un beso sabrás

En un beso sabrás todo lo que he callado
tanto dolor y tanta agonía
de no estar junto a ti
de saberte en otros brazos
de tanto alcohol con el cual
he tratado de arrancarme tu amor
de confundir tus labios
de borrar tu recuerdo.

En un beso sabrás que te odio
te odio porque intentaste matarme
matarme de ti
matarme sin ti.

Sabrás, también, con ese beso
que te amo
te amo como nunca imaginé poder amar a nadie
y como siempre te he de amar sólo a ti.

11 marzo 2010

Bukowski

El alcohol es probablemente una de las mejores cosas que han llegado a esta tierra, además de mí. Entonces nos llevamos bien. Es destructivo para la mayoría de la gente, pero yo soy un caso aparte. Hago todo mi trabajo creativo cuando estoy intoxicado. Incluso me ha ayudado con las mujeres. Siempre fui reticente durante el sexo, y el alcohol me ha permitido ser más libre en la cama. Es una liberación porque básicamente yo soy una persona tímida e introvertida, y el alcohol me permite ser este héroe que atraviesa el espacio y el tiempo, haciendo un montón de cosas atrevidas… Entonces el alcohol me gusta, cómo no.

07 marzo 2010

Silencios

Indefenso, enfermo del alma y herido del corazón. Ahora, con más claridad que nunca, soy capaz de contemplar lo triste de mi situación, lo vano de mis esperanzas. Estoy comenzado a sentir que esta existencia nocturna me está afectando, me está destruyendo. He entrado cada vez más, noche a noche, en un callejón sin salida de especulaciones atormentadoras, desgastándome en mi propia soledad en dolorosas meditaciones. Nunca he querido plantearme la pregunta y menos ahora, que he llegado a esto, a estar peor que nunca antes en la vida. Y no lo digo por alguna razón en particular, sino porque ahora estoy acorralado y es imposible ya escapar de esta sensación de desesperanza y de fracaso. ¿Qué necesidad tenía yo de algo así? Nada hay después de esto. He cometido un absurdo inimaginable y la culpa es sólo mía. ¿Es necedad amar? Después de todo, con el amor no se llega a ningún lado. ¿A ninguno en absoluto? Tal vez, sólo tal vez, a la eternidad.

Y digo todo esto como si a ella le importara mucho, como si lo hiciera por ella, como si éstas fueran las frases más hermosas que pudiera decir y que ella estuviera deseando escuchar. Pero, en realidad, nada de esto le interesa ya… y en el fondo a mí tampoco.

06 marzo 2010

Conversaciones con Cioran: Inconsistencia del ser humano

¿Por qué los seres humanos se empeñan en realizar algo a toda costa? ¿No estarían mucho mejor inmóviles en este mundo, gozando de una calma total? Pero, ¿qué es lo que hay que realizar? ¿Por qué tantos esfuerzos y tanta ambición? El ser humano ha perdido el sentido del silencio. A pesar de que la conciencia es el fruto de una deficiencia vital, no interviene en todos los individuos como un factor de inadaptación; en algunos seres engendra por el contrario una exacerbación de las tendencias vitales. No pudiendo ya vivir en el presente, el hombre acumula un excedente de energía que le pesa y le esclaviza; el sentimiento del futuro ha sido para él una calamidad. El proceso según el cual la conciencia ha dividido a los seres humanos en dos grandes categorías es un proceso extraño que explica por qué el hombre es un ser tan poco consistente, incapaz de encontrar su centro de energía y de equilibrio. Aquellos a los que su conciencia ha conducido hacia la interiorización, el suplicio y la tragedia, al igual que quienes han sido precipitados por ella en un imperialismo ilimitado del deseo de adquirir y de poseer, son, cada uno a su manera, seres desgraciados y desequilibrados. La conciencia ha convertido al animal en hombre y al hombre en demonio, pero todavía no ha transformado a nadie en Dios, y ello a pesar de que nos vanagloriamos de haber enviado uno a la cruz.

Huid de los individuos impermeables al vicio, pues su presencia insípida puede sólo aburrir. ¿De qué podrían hablarnos, sino de la moral? Ahora bien, quien no ha superado la moral no ha sabido profundizar sus experiencias, ni transfigurar sus hundimientos. La existencia verdadera comienza donde acaba la moral, pues únicamente a partir de ahí puede intentarlo todo, y arriesgarlo todo, incluso si hay obstáculos que se oponen a las realizaciones reales. Se necesitan infinitas transfiguraciones para alcanzar la región en la que todo está permitido, en la que el alma puede sin remordimientos ser vulgar, sublime o grotesca, y ello hasta una complejidad tal que ninguna dirección ni ninguna forma de vida escapen a su alcance. La tiranía que reina sobre las existencias ordinarias es sustituida en ese caso por la espontaneidad absoluta de una existencia única que posee en sí misma su propia ley. ¿Cómo la moral podría ser válida para un ser hecho de esa manera –el ser más generoso que pueda existir, puesto que es absurdo hasta el punto de renunciar al mundo, ofreciendo así todo lo que posee en sí mismo? La generosidad es incompatible con la moral, esa racionalidad de los hábitos de la conciencia, esa mecanización de la vida. Todo acto generoso es insensato, es la prueba de una renuncia inimaginable en el individuo ordinario, el cual se escuda en la moral para disimular su vulgar nulidad. Todo lo que es realmente moral comienza cuando la moral ha sido eliminada. La mezquindad de las normas racionales no es en ningún lugar más evidente que en la condena del vicio –esa expresión de la tragedia carnal causada por la presencia del espíritu en la carne. Pues el vicio implica siempre una huida de la carne fuera de su fatalidad, una tentativa de romper las barreras que contienen los impulsos pasionales. Un tedio orgánico conduce entonces los nervios y la carne a una desesperación de la que sólo pueden escapar ensayando todas las formas de la voluptuosidad. En el vicio, la atracción por las formas diferentes de las normales produce una inquietud turbadora: el espíritu parece entonces transformarse en sangre, para moverse como una fuerza inmanente a la carne. La exploración de lo posible no puede realizarse, en efecto, sin la ayuda del espíritu ni la intervención de la conciencia. El vicio es una forma de triunfo de lo individual; y ¿cómo la carne podría representar lo individual sin un apoyo exterior? Esta mezcla de carne y de espíritu, de conciencia y de sangre, crea una efervescencia extraordinariamente fecunda para el individuo víctima de los encantos del vicio. Nada repugna más que el vicio aprendido, forzoso y fingido; de ahí que el elogio del vicio sea totalmente injustificado: como máxima podemos constatar su fecundidad para aquellos que saben transfigurarlo, hacer desviarse a esa desviación. Cuando se lo practica de manera brutal y vulgar, no se explota más que su escandalosa materialidad, desdeñando el estremecimiento inmaterial en el que reside su calidad. Para alcanzar ciertas alturas, la vida íntima no puede prescindir de las inquietudes del vicio. Y ningún vicioso debe ser condenado cuando, en lugar de considerar el vicio como un pretexto, lo transforma en finalidad.

04 marzo 2010

Conversaciones con Cioran: El sinsentido del devenir

En la tranquilidad de la contemplación, cuando soportamos el peso de la eternidad, cuando oímos el tic–tac de un reloj o el latido de los segundos, ¿cómo no sentir la inanidad del progreso en el tiempo y el sinsentido del devenir? ¿Para qué ir más lejos, para qué continuar? La revelación súbita del tiempo, que le confiere una preeminencia abrumadora que no posee generalmente, es el fruto de un asco hacia la vida y de la incapacidad de proseguir la misma farsa. Cuando esta revelación se produce por la noche, la absurdidad de las horas que pasan va acompañada de una sensación de soledad aniquiladora, pues –alejados del mundo y de los seres humanos– nos encontramos solos frente al tiempo, en una irreductible relación de dualidad. En pleno abandono nocturno, el tiempo no se halla ya, en efecto, poblado de actos y de objetos: evoca por el contrario una nada que crece, un vacío en plena dilatación, semejante a una amenaza del más allá. En el silencio de la contemplación se oye entonces un sonido lúgubre e insistente, como un gong en un universo difunto. Ese drama sólo lo experimenta quien ha disociado existencia y tiempo: huyendo de la primera se halla abrumado por el segundo. Y siente el avance del tiempo dentro de sí mismo como el avance de la muerte.

03 marzo 2010

24

Estas líneas no tienen fecha, y no podrían tenerla, ya que lo esencial de ellas es un sentimiento presente en mí en todo momento. Antes, tú lo sabes, yo iba siempre solo, con la melancolía, el dolor y la agonía como mis fieles compañeros. Ahora, mi escolta de viaje es más reducida: cuando me paseo es con tu recuerdo, cuando vuelvo es con el deseo nostálgico de ti. Ya que estas líneas no tienen fecha y pueden, entonces, ser escritas en cualquier momento, también pueden ser leídas en cualquier momento. Si alguna duda te atormenta por las noches, entonces, también puedes leerlas. Escribo esto con la convicción más profunda de mi alma, y aún en el rincón más oscuro del universo yo no dudaría en confesar que soy tuyo.

02 marzo 2010

Del amor

Enamorarse es la única aventura ilógica, la única cosa que estamos tentados a considerar sobrenatural en nuestro vulgar e intrascendente mundo. El efecto está fuera de toda proporción con su causa. Dos personas se encuentran, hablan un poquito y se miran otro poquito a los ojos. Esto mismo ha ocurrido ya una docena o más de veces sin especial resultado en la experiencia de ambas; pero ahora todo es diferente. Ahora han caído, de pronto, en ese estado en el que otra persona viene a ser para nosotros la verdadera esencia y el centro de la creación y echa abajo con una sonrisa todas nuestras laboriosas teorías. Un estado en el que todas nuestras ideas están ligadas a ese pensamiento dominador que hasta los más triviales cuidados de nuestra persona vienen a ser otros tantos actos de devoción, y hasta el mismo amor a la vida se resuelve en un deseo de permanecer en el mismo mundo que habita tan preciosa y codiciable criatura.

¿Quién duda, según esto, que no estamos en el mundo sino para amar? Y, en efecto, se ama siempre, por más que uno pretenda ocultárselo a sí mismo.

El amor es lo único que nos permite creer que el universo no es un total fracaso.

Un individuo que no pueda penetrar en él, por ser insensible a su encanto, está privado de la razón misma de existir: lo supremo le es inaccesible.

De la vida

Dar el menor tiempo posible al trabajo material para dar el mayor tiempo posible al trabajo impalpable; en otras palabras: dedicar algunas horas a la vida real, y el resto al infinito.