Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


30 mayo 2011

Conversaciones con Ortega y Gasset: honor y contrato

Durante la Edad Media las relaciones entre los hombres descansaban en el principio de la fidelidad, radicado a su vez en el honor. Por el contrario, la sociedad moderna está fundada en el contrato. Nada puede mostrar tan claramente la oposición entre esas dos emociones primarias de que vivió una y otra edad. La fidelidad, su nombre lo ostenta, es la confianza erigida en norma. El hombre se une al hombre por un nexo que queda sepultado en lo más íntimo de ambos. El contrato, en cambio, es la cínica declaración de que desconfiamos del prójimo al tratar con él y le ligamos a nosotros en virtud de un objeto material –el papel del contrato– que queda fuera de las dos personas contratantes y en su hora podrá –vil materia que es– alzarse contra ellas. ¡Grave confesión de la modernidad! Fía más en la materia, precisamente porque no tiene alma, porque no es persona. Y, en efecto, esta edad ha tendido a elevar la física al rango de teología.

26 mayo 2011

Conversaciones con Cioran: la melancolía

La melancolía es una especie de tedio refinado, el sentimiento de que no se pertenece a este mundo. Para un melancólico, la expresión "nuestros semejantes" no tiene ningún sentido. Es una sensación de exilio irremediable, que carece de causas inmediatas. La melancolía es un sentimiento profundamente autónomo, tan independiente del fracaso como de los mayores éxitos personales.

24 mayo 2011

Conversaciones con Ortega y Gasset: la muerte como creación

La muerte química es infrahumana. La inmortalidad es sobrehumana. La humanización de la muerte sólo puede consistir en usar de ella con libertad, con generosidad y con gracia. Seamos poetas de la existencia que saben hallar a su vida la rima exacta en una muerte inspirada.

23 mayo 2011

Del amor y otras falacias

GP

Entre las causas del amor, una es la soledad; y el amor nos deja todavía más solos. Cada uno de los amantes sólo puede amarse a sí mismo. A lo sumo, ama en el otro algo de sí mismo. Es un trueque mágico de sueños. La mujer, débil, transfiere al hombre su anhelo de heroísmo; el hombre, impuro, irradia en la mujer su ansia de inocencia. Cada uno ama en el otro un retrato pintado de la propia fantasía. Ponen en el amado lo que en sí mismos es deseo. Un manto imperial drapeado sobre un enano ruin, o un manto de Virgen sobre una mujerzuela fácil de comprar. Y no aprenden: caen. Al final, la evidencia descubre que el fantasma imaginario no tiene nada que ver con la persona concreta. Y cada fantaseador se vuelve a encontrar solo, hurgando en las cenizas de las llamaradas inútiles, después de haberse resistido a la verdad años y años, esa verdad que tratamos, en la medida de lo imposible, de no ver, por vergüenza.

21 mayo 2011

Frases

Será, la mía, una biografía que se resuma en muy pocas frases, cada una de las cuales dará cuenta de las tragedias sufridas, del naufragio personal. Sea.

El amor fue su gran adicción, junto con el alcohol, y ambas condujeron, irremediablemente, a su destrucción personal. 

Entre las características más reveladoras de su existencia son, quizá, las más significativas, su particular idea del amor, por un lado, y sus tendencias autodestructivas, por el otro, retroalimentadas, por cierto, mutuamente.

No es lo creado, sino lo sufrido, lo que hace de su vida merecedora de especial consideración.

Desde muy temprano fue consciente de que nadie podría ayudarle a eludir su destino.

La vida fue para él un camino abocado a la autodestrucción.

Se trata de alguien que padeció demasiado. Es imposible negar, sin embargo, que el origen de dichos padecimientos se encuentra en todos y cada uno de sus excesos.

Dejarse dominar por pasiones tan ardientes fue, sin duda, la causa de su desgracia y, la catástrofe, su inevitable final.

Su vida y su muerte: espectáculo sumamente poético y por demás conmovedor.

Melancólico y abatido, recurría al liqvor con demasiada frecuencia, pues siempre estaba triste y mortalmente aburrido.

Se enamoró profundamente de una mujer a la que no conoció jamás. Aunque es probable que ella no haya existido mas que en su imaginación.

Hundido siempre en las insondables profundidades de su abismo personal, ha encontrado por fin la paz que no conoció jamás en toda su existencia.

Para alguien como él, su último día debió haber sido el más bello.