Mientras me exponía sus proyectos, le escuchaba sin poder olvidar que no le quedaban mas que unos días de vida. ¡Qué locura la suya de hablar del futuro, de su futuro!
Pero ya en la calle, ¿cómo no pensar que, a fin de cuentas, la diferencia entre un mortal y un moribundo no es tan grande? Lo absurdo de hacer proyectos es sólo un poco más evidente en el segundo caso.