Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


30 junio 2011

Conversaciones con Cioran: Ese maldito yo (4)

Mientras me exponía sus proyectos, le escuchaba sin poder olvidar que no le quedaban mas que unos días de vida. ¡Qué locura la suya de hablar del futuro, de su futuro!

Pero ya en la calle, ¿cómo no pensar que, a fin de cuentas, la diferencia entre un mortal y un moribundo no es tan grande? Lo absurdo de hacer proyectos es sólo un poco más evidente en el segundo caso.

27 junio 2011

Conversaciones con Cioran: Ese maldito yo (3)

En todas las épocas de la existencia descubrimos que la vida es un error. Sin embargo, en la juventud se trata de una revelación en la que entra un estremecimiento de terror y una pizca de magia. Con el tiempo, esa revelación se convierte en una perogrullada, y es así como echamos de menos la época en que era fuente de sorpresas.

20 junio 2011

Conversaciones con Cioran: Ese maldito yo (2)

Vive sus últimos días desde hace meses, o desde hace años, y habla de su final en pasado. Una existencia póstuma. Como me extraño de que logre mantenerse en vida sin comer apenas, me dice: "Mi cuerpo y mi alma han tardado tantos años en soldarse que ya no logran separarse".

Si no tiene voz de moribundo es porque hace tiempo ya que no está vivo. "Soy una vela apagada", son sus palabras más justas sobre su última metamórfosis. Y cuando evoco la posibilidad de un milágro, me responde: "Me harían falta varios".

17 junio 2011

Conversaciones con Cioran: Ese maldito yo (1)

Su destino fue realizarse a medias. Todo estaba truncado en él: su manera de ser tanto como su manera de pensar. Un hombre de fragmentos, fragmento él mismo.

16 junio 2011

La inmortalidad (4)

Y volvió a tener esa curiosa y fuerte sensación que se apoderaba de ella cada vez con mayor frecuencia: no tenía nada en común con esos seres de dos piernas, con una cabeza sobre el cuello y una boca en la cara. Hacía tiempo que se había interesado por su política, por su ciencia, por sus descubrimientos; que se consideraba una pequeña parte de su gran aventura, hasta que un buen día nació en ella la sensación de que no formaba parte de ellos. Era una sensación extraña, trataba de evitarla, sabía que era absurda e inmoral, hasta que al final se dijo que no podía dar órdenes a sus sentimientos: era incapaz de sufrir pensando en sus guerras y de disfrutar de sus fiestas, porque tenía la absoluta conciencia de que aquello no era cosa suya.

07 junio 2011

Confesiones VI

Creo conocer bastante bien el sufrimiento físico. Pero, lo peor de todo, es sentir que se muere el alma.

No puedes imaginar la tristeza de mi vida. Asediado sin cesar, dormido o despierto, por la idea de que puedas necesitar mi ayuda (que no estoy en condiciones de darte) como yo necesito la tuya (que no estás en condiciones de darme).