Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


30 enero 2012

Conversaciones con Fadanelli: Antipatía

En un principio, es decir, en mi infancia, cuando asistía al colegio para forjarme como un hombre común y corriente, mostraba notable curiosidad por las personas antipáticas. Por más esfuerzos que realizaban para ser aceptados en su comunidad, fueran niños, jóvenes o adultos, los antipáticos fracasaban porque un vapor denso, oscuro en invisible cubría de rareza y averno todos sus gestos. Cuando crecí, me parecieron aún más enigmáticos y no desperdiciaba oportunidad para acercarme e intentar hacerme su amigo. Probablemente me había convertido en uno de ellos. 

Al antipático se le padece como a una enfermedad. El origen mismo de la palabra nos remite a la noción de padecimiento, y su presencia es una grieta que no puede ser resanada y que envenena el alma. Sus bromas están teñidas de plomo y su sonrisa recuerda a la muerte. Lo que añade peso a la tragedia es que estas personas no conocen el origen de la antipatía que corre por su sangre: no saben a que se debe su ausencia de atracción y, por lo tanto, no pueden remediarla. 

Recuerdo a un amigo catalán cuyos ojos expresaban una densa tristeza cuando me confesó: “he ofrecido varias fiestas en mi departamento para los compañeros de la editorial, pero el tiempo pasa y nadie me ha invitado aún a su casa”. Cómo decirle que todo en su persona exudaba amargura, y que ninguna persona cabal desearía invitarlo para que contaminara con su aura fétida la atmósfera de su casa. A mí, sin embargo, su persona me resultaba agradable e inofensiva. 

Si en 1819 se le hubiera preguntado a la clientela alemana del café Greco, en Roma, quién era el más antipático asiduo a sus veladas, nadie habría tenido la menor duda en responder: Arthur Schopenhauer. La arrogancia de este hombre causaba escándalo y urticaria, lo mismo su deseo de molestar y ponerse en contra de sus paisanos. ¿Qué sentido tenía afirmar a viva voz en ese café que los alemanes eran el pueblo más necio de la historia? Los cristianos tampoco se salvaban de sus injurias, y ante ellos Schopenhauer alababa las virtudes del paganismo en contra de la absurda decisión de ponerse bajo las órdenes de un solo dios. En este último tema no le faltaba razón: la monogamia y el monoteísmo no nada más ensombrecen y reducen el espíritu humano, son una tiranía –más que una liberación– y cualquiera que caiga en sus redes, si no es prudente y se rebela, se volverá un ser desgraciado y aburrido. 

Joseph Roth no fue antipático, lo que sucedía es que bebía mucho, era celoso y se tornaba violento. En cambio, Otto Weininger sí que lo era: tenía la mirada baja y le asustaban las mujeres. Esto tuvo que ser cierto, pero ¿qué hago yo conversando acerca de personas que nunca conocí? Es la monserga de la literatura que te hace hablar de los escritores muertos como si los hubieras tratado o comieras el pan con ellos. Ahora en vuelos sería correcto, en todos sentidos, referirme a la antipatía que se cultiva como cauce de libertad y también como una forma de conocimiento: nada más confortante para un antipático de esta clase que mirar a una parvada de cretinos levantar el vuelo apenas ellos notan su presencia. Un formidable deporte para practicarse en un país donde la hipocresía y el murmullo conspirador son constantes en todos sus círculos sociales.

19 enero 2012

Conversaciones con Ortega y Gasset: Democracia morbosa

La democracia, como democracia, es decir, estricta y exclusivamente como norma del derecho político, parece una cosa óptima. Pero la democracia exasperada y fuera de sí, la democracia en religión o en arte, la democracia en el pensamiento y en el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre, es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad. 

No es lícito ser ante todo demócrata, porque el plano a que la idea democrática se refiere no es un primer plano, no es un “ante todo”. La política es un orden instrumental y adjetivo de la vida, una de las muchas cosas que necesitamos atender y perfeccionar para que nuestra vida personal sufra menos fracasos. Podrá la política, en algún momento agudo, significar la brecha donde debemos movilizar nuestras mejores energías, a fin de conquistar o asegurar un vital aumento, pero nunca puede ser normal esa situación. 

Como la democracia es una pura forma jurídica, incapaz de proporcionarnos orientación alguna para todas aquellas funciones vitales que no son derecho público, es decir, para casi toda nuestra vida, al hacer de ella principio integral de la existencia se engendran las mayores extravagancias.

02 enero 2012

Conversaciones con Cioran: Al margen de la existencia

Hoy el problema del conocimiento ha pasado a ser accesorio; lo que está en primer plano es la forma de abordar la vida, la cuestión de cómo se puede soportarla. A fin de cuentas, sólo conozco dos grandes problemas: cómo soportar la vida y cómo soportarse a sí mismo. ¿Acaso hay en la vida un sufrimiento mayor que tener que soportarse a sí mismo, levantarse todas las mañanas y decirse: “Otro día comenzado, tengo que conseguirlo, soportar también esta jornada”? Por tanto, no se trata sólo de actuar, de crear… 

Esa es también la razón por la que estoy contra el trabajo. No hay que escribir siquiera. Lo único importante es tener siempre ante los ojos esos problemas insolubles y vivir como Epicteto o Marco Aurelio. Entonces ya no estamos en las historias vividas, sino en la contemplación. Nuestros contemporáneos han perdido la facultad de contemplar las cosas. Han olvidado el arte de perder el tiempo inteligentemente. 

Si tuviera que hacer mi propio balance, debería decir que soy el resultado de mis horas perdidas. No he ejercido profesión alguna y he desperdiciado muchísimo tiempo. Pero esa pérdida de tiempo ha sido realmente una ganancia. Sólo el hombre que se mantiene al margen, que no actúa como los demás, conserva la facultad de comprender algo de verdad. Hoy eso nos resulta imposible. Es una posición que ya no tiene sentido para el mundo de hoy. Pero ese mundo, a pesar de todo, perecerá, de eso no cabe la menor duda.