Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


17 julio 2011

Conversaciones con Sabato: Arte

Lamentablemente, en estos tiempos en que se ha perdido el valor de la palabra, también el arte se ha prostituido, y la escritura se ha reducido a un acto similar al de imprimir papel moneda. Quedan los pocos que verdaderamente cuentan: aquellos que sienten la necesidad oscura, pero obsesiva, de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad. Son los testigos, los mártires de una época. Están destinados a una misión superior, no pertenecen a ninguna capilla literaria o cenáculo y, por eso, no tienen como fin tranquilizar a individuos encerrados en una sacristía, sino derribar todas las conveniencias, devolviéndonos el sentido de nuestra trágica condición humana. 

En esta vocación, muchos han sido empujados a la locura, al alcohol, a las drogas, o a tantas otras formas de suicidio. Nunca sabremos la angustia con que Beethoven compuso su última y maravillosa sinfonía, o los momentos de soledad en que crearon sus obras los grandes compositores. Por eso, si el fracaso es triste, el fracaso en el arte es siempre trágico.

He estado en varias ocasiones en la tumba de Van Gogh, aquel desdichado que nunca pudo vender un cuadro, y de quien ahora se disputan sus obras en millones de dólares, para ser exhibidas en supermercados. Van Gogh murió suicidado por una sociedad que no podía seguir soportando sus terribles revelaciones.

Por eso, la raza de artistas a la que siempre he admirado, es aquella a la que pertenecen estos hombres.

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