Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


30 enero 2010

Morir de Luna


Es este morir de la luna en pleno día una escena superior de romanticismo. Nunca más tierna la apariencia del dulce astro meditabundo. Es una manchita de leche sobre el haz terso del cielo, una de esas fresas blancas que traen de nacimiento algunas chicas en su pecho.

29 enero 2010

Conversaciones con Cioran: el fragmento


A que soy perezoso. Para escribir algo hilado hay que ser un hombre activo. Yo nací en el fragmento. Como ya he dicho, he tenido la ventaja de no ser profesor, de no enseñar, de no practicar profesión alguna y, por tanto, no estar sometido a alguna clase de rigor intelectual. Siempre me he considerado irresponsable. Por tanto, para mí escribir es decir lo que quiero, sin perjuicio de contradecirme, eso no tiene la menor importancia. Como usted comprenderá, escribir aforismos es muy sencillo: vas a las cenas, una señora dice una tontería, eso te inspira una reflexión, vuelves a casa, la escribes. Es más o menos ése, verdad, el mecanismo. O bien, en plena noche, tienes una inspiración, un inicio de fórmula, a las tres de la mañana escribes dicha fórmula y al final se convierte en un libro. No es serio. No se podría ser profesor de una facultad con aforismos. No es posible. Pero considero que en una civilización que se disgrega ese tipo de cosas resulta de lo más apropiado. Evidentemente, nunca hay que leer un libro de aforismos de cabo a rabo, porque se tiene una impresión de caos y de total falta de seriedad. Hay que leerlo únicamente por la noche, antes de acostarse o en un momento de abatimiento, de hastío. Es un pensamiento que no encierra mucha verdad, pero sí un poco de futuro. Pero, evidentemente, la ventaja del aforismo es la de que no hay necesidad de dar pruebas. Se lanza un aforismo como se da una bofetada.

28 enero 2010

Conversaciones con Ortega y Gasset: ideas sobre Pío Baroja


Náufragos de la monotonía

Había hecho de su obra una especie de asilo nocturno donde únicamente se encuentran vagabundos. Entre las varias suertes y modos de hombres, Baroja se queda solo con los de condición inquieta y desapegada, que no echan raíces ni en una tierra ni en un oficio, sino que van rodando de pueblo en pueblo y de menester en menester empujados por sus fugaces corazones. Pero estas vidas, que son prácticamente fracasos y derrumbamientos, son moral y sentimentalmente victorias y gestos de ascensión.

Mirada desde sus resultados, la vida vagabunda e inadaptada es una cantidad negativa. Pero mírese a ella misma, al movimiento interior del espíritu, indócil, inquieto, exigente, que no se deja modelar por las imposiciones del medio, que prefiere ser fiel a su individual destino, aunque esto le cueste renunciar al triunfo en la sociedad. Al punto notamos la nobleza, la dignidad que hay en esa manera de enfrentarse con la vida.

“Gentes como yo debían haber nacido en otra época, porque para flotar en esta que vivimos es imprescindible tener mal corazón, buen estómago y un cheque en el bolsillo”.

La vida en general y, sobre todo, la suya, le parecía una cosa fea, turbia, dolorosa e indominable.

El hombre no puede vivir plenamente si no hay algo capaz de llenar plenamente su espíritu hasta el punto de desear morir por ello. Lo que no nos incita a morir no nos excita a vivir. Sólo nos empuja irresistiblemente hacia la vida lo que por entero inunda nuestra cuenca interior. Es más fácil lleno de fe morir que exento de ella arrastrarse por la vida.

Cuando el ideal fluya por la jornada entera los años vibrarán como lanzas templadas y victoriosas.

El aventurero no cree en nada: siente dentro de sí una como turbulencia sin orientación concreta, que le empuja a buscar aquellas situaciones peligrosas de las que sólo se puede salir poniendo a máxima tensión las energías. No se supone nunca bien cuáles fueron sus opiniones políticas. Sirve hoy a unos, mañana a otros. Pero cada día consume una cantidad enorme de esfuerzos. Puesto que el mundo está hueco –viene a decir–, llenémoslo de coraje.

Llámese a esto, si se quiere, nihilismo; pero entonces es nihilismo la actitud sublime: sentir lo que se siente y no lo que nos mandan sentir.

24 enero 2010

Para ti


Cuando era joven hice contra la sociedad una guerra secreta y decliné aceptar las posiciones que se me ofrecían. Al hacerlo me convertí en un mendigo, pero conservé mi orgullo. Ahora mantengo, a través de una guerra abierta, lo que escribo, digo y hago. No puedo ingresar en el orden social si no es como un fracasado.

En cierto sentido, no tengo ningún derecho a esperar que me mires como algo más que al resto de los hombres. De hecho, no tengo absolutamente ningún derecho a ello, teniendo en cuenta mi vida. Pero, a pesar de todo, creí haberlo tenido, aunque fuera sólo porque yo nunca he mirado a nadie como te miro a ti.

¿Por qué debo avergonzarme de las palabras? ¿Por qué no debo llamarte tal como en mi corazón continuamente te llamo? ¿Qué es lo que me lo impide? A no ser que ninguna palabra sea lo bastante tierna como para ser tu nombre.

¿Cómo me has permitido llegar hasta este punto? Amor, ¿me tomarás como soy, con mis pecados y locuras, y me protegerás de la miseria? Si no lo haces siento que mi vida se hará pedazos.

¡Sálvame, amor mío! ¡Sálvame de la malicia de este mundo y de mi propio corazón!

Cuando pienso en ti, amor, me doy cuenta de que tú significas más que el mundo para mí.

Te he dicho cosas que mi orgullo no me permitirá decir nunca más a ninguna mujer.

Cuando nos encontremos (y espero que sea muy pronto), espero encontrar en ti lo que he perdido en otras partes.

¿Estás segura de no estar equivocada respecto a mí? Recuerda que contestaré honrada y fielmente cualquier pregunta que me hagas. Pero, si no tienes nada que preguntarme, también te comprenderé. Me llena de alegría el hecho de que puedas elegir permanecer a mi lado de este modo en esta arriesgada vida.

(Lloro de lástima por ti, por haber elegido un amor tan pobre e innoble como el mío).

Y soy lo bastante ingenuo como para pensar que tú y yo podremos pasar algunos días felices, después de todo.

17 enero 2010

La casa de citas de mi corazón


Una soledad sin amigos, sin obligaciones y sin pasiones produce hastío, desaliento y aburrimiento.


Quien nace siendo un aristócrata del espíritu no es demasiado presuroso; sus obras aparecen y caen del árbol en una tranquila tarde de otoño, sin que hayan sido ardientemente deseadas, solicitadas, apremiadas por la novedad.


En toda conversación un tanto larga, el más sabio dice por lo menos una locura y tres estupideces.


... primero, si es así, no nos importa; segundo, puede ser así, pero también puede ser de otra manera.


... el ser que llama historia universal a su historia. ¡El hombre es "vanidad de vanidades"!


Cuando se determina el precio en función de la necesidad del otro, el acto se convierte en una fórmula más sutil de robo y de cobro injusto y violento.


La sociedad reconoce sólo las virtudes que le benefician o, al menos, que no le perjudican (las que pueden practicarse sin perjuicio o provechosamente, como es el caso de la justicia).


La moral ha surgido de la utilidad. La utilidad pública que ha tenido que luchar mucho por imponerse y para ser tenida en consideración frente a todas las utilidades privadas.


Cuida que tu reposo y tu contemplación no sean como las del perro delante de una carnicería. El miedo no le deja avanzar, el deseo le impide retroceder y abre unos ojos tan grandes como bocas.


La fe y la autoridad constituyen las fuentes de la conciencia: esta no es, pues, la voz de Dios en el corazón del hombre, sino la voz de algunos hombres en el hombre.


En la primera fase de la humanidad, se considera la valentía como la virtud más noble; en la segunda, la justicia; en la tercera, la moderación; y en la cuarta, la sabiduría. ¿En qué fase vivimos nosotros? ¿En cuál vives ?


Entre doce apóstoles siempre tiene que haber uno duro como la piedra, para que pueda edificarse sobre él la nueva iglesia.


Quien quiere dejar un partido o una religión se imagina que necesita refutarlos. Pero esta pretensión es orgullosa. Lo único que necesita es conocer con exactitud los lazos que le retenían hasta el momento a ese partido o a esa religión, lazos que ya no existen, así como las intenciones que le movían por ese camino y que ahora le conducen a otro.

15 enero 2010

Melancolía Crepuscular

1

¡Venturosos días, dulces noches de felicidad, idos para siempre! Ella, sincera, cariñosa, tierna; él, ebrio de amor, fija la mirada en aquellos incomparables ojos. Ayer eso; hoy desdén, frío, engaño, olvido…



2

A tanta belleza sucedió el desencanto. La tristeza, esa tristeza que amarga la vida, que entenebrece el espíritu y es un veneno para el corazón, cayó sobre él, impía, abrumadora. Sentía el pecho oprimido, húmedos los ojos. La terrible realidad apareció ante él desesperante y fatal.



3

Una de dos –decía su amigo–: o la dejas para siempre o te la sacas… Lo primero es lo más acertado. Salte de ese lío. ¡No es digna de ti! ¡Pues claro! Déjala. Ya las pagará todas, ya las pagará; ya se arrepentirá más tarde de haberte engañado, de haber despreciado tu cariño, de haber pisoteado tu amor. ¿Cómo has de seguir queriendo a una mujer así?



4

–¿Ya no me quieres?– preguntó ella.

–¡Sí, como siempre! Pero ya no eres digna de mi cariño. Te entregué mi corazón, pensando que sabrías estimar mi cariño, y me engañé; te amé con toda mi alma, y me has engañado, me has ofendido, me has despreciado… El amor no se da por fuerza. No mientas. Di que no me quieres… ¿Qué necesidad tenías de engañarme?... ¡Ninguna! ¡Eso no es amor! ¡Y si es amor, lo desprecio, te desprecio a ti! ¡Si me quisieras no habrías dado tu corazón a ese roto, que será rico, bien parecido, elegante, cuanto quieras, pero que no te ama como yo! ¡Ya lo ves! ¿Y dices que me quieres?

–¡Si me quieres, si me quieres como dices, perdóname! Todo se puede arreglar.

–No, eso no; es imposible. Aquí acabó todo… ¿Perdonarte? No puedo; si dijera que te perdono mentiría… ¡No me lo manda el corazón! ¡Te olvidaré… si puedo! ¡Quién sabe si podré conseguirlo! No quiero volver a verte… Esta ha de ser la última vez que nos vemos… Ayer todavía soñaba yo contigo, quería que todo se arreglara… Ahora no…

–Ten piedad de mí… Perdóname… volvamos a ser felices… ¡en tus manos está!

–¡Felices! Como una rosa que se marchita así va muriendo mi amor. Así has ido acabando con mi dicha. No tengo fe en tus palabras, ni confianza en ti. Quien ayer me engañó, me engañará mañana… Si ahora fueras mi mujer, nuestra vida sería una vida de infierno. Una vez te di mi corazón y tuyo es. Acaso en toda mi vida no podré olvidarte… y te amaré, sí, te amaré; pero no a la que está hoy frente a mí, que se deja abrazar como una perdida, que se deja besar de quien no la ama, sino a aquella que no se desdeñaba en amar a un pobre; que me cuidaba como a un hermano; que me acariciaba tierna y enamorada; aquella a quien siempre respeté. ¡Vete! ¡No quiero volver a verte nunca!



5

No te creo, ni puedo creerte. Estoy convencido de que no vales nada. La mujer de hoy no es la mujer a quien yo amé con toda mi alma, y por la cual hubiera dado yo hasta la vida misma. Ya no eres la que vi a mi lado, cariñosa y tierna, la mujer con quien yo soñé. Ya no te amo, casi te aborrezco. No te conformaste con ser infiel a tus promesas, dejándome por uno que no te quiere; sino que todavía pretendes engañarme, y a mi vista, a la vista de todos, te burlas de mi amor… ¿Qué delito he cometido para que te portes así conmigo? ¡Amarte como nadie te ha de amar! ¡Amarte con toda mi alma!

¡Cómo te habrás reído de mí! No tengo palabras para calificar tu conducta. Se necesita tener un corazón tan negro como el tuyo, y un alma tan negra como la tuya, para manejarse así, con quien te ha amado tanto como yo.

Me arrepiento un millón de veces de haberte conocido y de haberte dicho que te amaba. Te amé, por mi desgracia, sí, te amé mucho, pero ahora ya veo claro. Ni una perdida, ni una desgraciada de esas que andan por la calle causando vergüenzas y dando lástima, sería capaz de hacer lo que haces conmigo. Estarás creyendo que todavía estoy enamorado de ti, que todavía te amo, que sufro por ti, y te pegas el gran chasco. Es cierto que te he amado, que te amé, que a todas horas pensaba yo en ti, en tus ojos; pero eso era antes. Hoy te desprecio. Te habrás figurado que yo, por tal de estar contigo, iba a pasar por todo… ¡eso sí que no! ¡Aunque te amara mucho, mucho, más que a mi vida; aunque no hubiera en el mundo más mujer que tú, y fueras más bonita de lo que eres, no, y no! ¡Primero me daba un tiro! Antes que todo están el orgullo y la dignidad.

Me has hecho pedazos el corazón; te has complacido en vejarme, en burlarte de mi amor, en reírte de mí… ¡pero eso para ti es nada! Te gusta jugar con el cariño de los hombres, te gusta jugar con dos barajas… pero, ya lo ves, no me dejo, ya te conozco. Y luego, haciéndote la inocente, me llamas, y quieres que nos arreglemos otra vez… ¿para qué? Ahí tienes a ese tipo que es como a ti te gusta, igual a ti. ¡Que se case contigo, que se case! Y si no quiere, enrédate con él, y déjame tranquilo. No vuelvas a pensar en mí, ni para bien ni para mal, ni te acuerdes del amor que te tuve.

Me duele mi corazón al escribir todo esto; me da pena que creas que quiero ofenderte, porque al fin te he amado mucho (
estuve a punto de escribir aquí: te amo) te he amado con toditita mi alma, pero eso te mereces hoy.

12 enero 2010

La vida, según Cioran (3)


Por la reflexión y la experiencia interior, he descubierto que nada tiene sentido, que la vida no tiene el menor sentido, lo que no quita para que, mientras nos agitemos, proyectemos un sentido. Yo mismo he vivido en simulacros de sentido. No se puede vivir sin proyectar un sentido, pero la gente que actúa cree implícitamente que lo que hace tiene un sentido. Si no, no se agitarían. Si sacamos la conclusión práctica de mi visión de las cosas, nos quedaríamos aquí hasta nuestra muerte, no nos moveríamos, no tendría el menor sentido abandonar el sillón en el que estamos sentados. Mi existencia como ser vivo está en contradicción con mis ideas. Como estoy vivo, hago todo lo que hacen los que están vivos, pero no creo en lo que hago. La gente cree en lo que hace, porque, si no, no podría hacerlo. Yo no creo en lo que hago, pero, aún así, creo un poco en ello: esa es más o menos mi posición.

09 enero 2010

... entonces pensé en decírselo

Fue como una aparición: ella estaba ahí, en el centro del Universo, completamente sola; al menos yo no vi a nadie, deslumbrado por su belleza. En mi cielo siempre había resplandecido un rostro tan claramente que, al verla por primera vez, la reconocí.

Entonces pensé en decírselo. En decirle que hacía tiempo que la amaba, que en mis sueños siempre estaba presente y que no había pensamiento alguno que no estuviera ligado a ella. Pensé en decirle que desde el primer momento en que la vi supe que nuestro encuentro (en este ‘aquí’ y este ‘ahora’) no era una coincidencia sino que se trataba de algo especial. Que se trataba de algo que ya sabía, que había sabido desde siempre, pero que sólo hasta ese momento comprendí a cabalidad. Pensé que tomaría su mano mientras decía todas estas cosas y, que después, poco a poco, buscaría su mirada, e intentaría sustraerla de todo lo demás y guardarla para mí, aunque fuera sólo por un instante.

He soñado por mucho tiempo con alguien que pudiera serlo todo para mí, y ahora ya la tengo…

Elogio nietzscheano de la desocupación


Buscarse un trabajo por salario: en eso casi todos los hombres de los países civilizados son iguales. Para ellos, el trabajo no es más que un medio, y no un fin en sí mismo; por eso son poco refinados en la elección de trabajo que, a sus ojos, no cuenta sino por la promesa de apreciables ganancias. Ahora bien, existen algunos hombres excepcionales que prefieren morir a trabajar sin alegría, a trabajar en cosas que no deleitan; son esas naturalezas inclinadas a elegir y difíciles de satisfacer, quienes no se contentan con una ganancia considerable cuando el propio trabajo no constituye la ganancia de las ganancias. A esta especie de hombres pertenecen los artistas y los contemplativos de toda índole, pero también los ociosos que pasan toda su vida de caza, en viajes o bien en intrigas y aventuras amorosas. Todos éstos quieren el trabajo y el esfuerzo en tanto a ello se halle asociado el placer, y no les asusta el trabajo más duro, más penoso, si es preciso. De otra forma, son de una decidida pereza, aun cuando ella entrañe el empobrecimiento, la deshonra, y poner en peligro la salud y la vida. No temen tanto el aburrimiento como el trabajo sin placer: tienen incluso necesidad de mucho aburrimiento si quieren que su propio trabajo les resulte bien. Para el pensador y para todos los espíritus inventivos el aburrimiento es esa desagradable “calma chicha” del alma que precede a la feliz navegación y a los vientos alegres; tiene que soportarlo, que surta efecto en él; ¡es esto precisamente lo que las naturalezas más débiles no pueden obtener de sí mismas en modo alguno! Ahuyentar el aburrimiento sin importar por qué medio resulta tan vulgar como el hecho de trabajar sin placer.

06 enero 2010

Conversaciones con Cioran: el hastío


Puedo decirle que mi vida ha estado dominada por la experiencia del tedio. He conocido ese sentimiento desde mi infancia. No se trata de ese aburrimiento que puede combatirse por medio de diversiones, con la conversación o con los placeres, sino de un hastío, por decirlo así, fundamental y que consiste en esto: más o menos súbitamente en casa o de visita o ante el paisaje más bello, todo se vacía de contenido y de sentido. El vacío está en uno y fuera de uno. Todo el Universo queda aquejado de nulidad. Ya nada resulta interesante, nada merece que se apegue uno a ello. El hastío es un vértigo, pero un vértigo tranquilo, monótono; es una revelación de la insignificancia universal, es la certidumbre llevada hasta el estupor o hasta la suprema clarividencia de que no se puede, de que no se debe hacer nada en este mundo ni en el otro, que no existe ningún mundo que pueda convenirnos ni satisfacernos. A causa de esta experiencia –no constante, sino recurrente, pues el hastío viene por acceso, pero dura mucho más que una fiebre– no he podido hacer nada serio en la vida. A decir verdad, he vivido intensamente, pero sin poder integrarme en la existencia. Mi marginalidad no es accidental, sino esencial… Desde siempre, mi sueño ha sido ser inútil e inutilizable. Pues bien, gracias al hastío he realizado ese sueño. Se impone una precisión: la experiencia que acabo de describir no es necesariamente deprimente, pues a veces se ve seguida de una exaltación que transforma el vacío en incendio, en un infierno deseable