Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


22 septiembre 2009

¿Cómo hemos llegado a crear una sociedad tan estúpida?

Nuestra capacidad para escandalizarse tiene el grave defecto de debilitarse y hasta extinguirse con el hábito. De pronto, y sin habernos percatado de ello antes, nos descubrimos como seres insensibles que no reaccionan ante hechos que de otra manera tendrían que resultar sobrecogedores. En horas recientes, hemos presenciado una y otra vez, hasta el hartazgo, las imágenes en que un hombre es despojado de la vida. No voy a discutir si la acción de este hombre fue heroica o no; ni es el lugar ni soy nadie para hacerlo. En mi particular opinión, en el hecho hay muy poco que pueda ser señalado como heroico y se trata más bien de un sinsentido mas del destino, de un absurdo mas de la vida. Si se envía a alguien a salvar al mundo, es necesario antes, asegurarse que a esa persona le guste el mundo tal como es. Ignoro si don Esteban Cervantes Barrera estaba a gusto y satisfecho con el estado de cosas que imperan en el mundo, aunque tengo mis dudas de que haya sido así.

La decisión de don Esteban de sacrificar su vida en nombre de algo, cualquier cosa que hubiera sido, merece todo mi respeto. Sin embargo, en el análisis y la discusión que se han dado a partir de este hecho, esta decisión ha quedado fuera de la ecuación. Lo relevante para mí, lo que merece todo el respeto es la decisión de ofrendar su vida; la idea que guió su mente al momento de tomar esa decisión es algo que viene después, es algo que está a reserva de ser analizado, con lo que podemos estar de acuerdo o no, pero ya se trata de algo diferente, de algo posterior. Me explico. Muy probablemente, y dados los antecedentes de don Esteban, su acción estuvo guiada en mayor medida por un sentimiento de naturaleza religiosa, fundamentado más bien en los valores de la fe que profesaba antes que en consideraciones cívicas. Sin embargo, en el análisis que se ha dado en la esfera pública, se ha resaltado precisamente esto último, su consciencia y valor cívicos, dejando completamente de lado el aspecto religioso. No se trata, sin embargo, de una operación inocente. Al dar preponderancia al valor cívico se hace una inversión total de los hechos: lo relevante deja de ser la decisión personal de don Esteban de sacrificar su vida por algo (es más, desde ese momento, tras la muerte del individuo, esa decisión deja de ser relevante), y lo principal, de ese punto en adelante, pasa a ser la sociedad, su defensa y su conservación: ahí radica el tan aludido heroísmo.

El caso de don Esteban, si bien es sugestivo, está lejos de ser una excepción. Sistemáticamente, surgen casos que deberían hacernos estremecer por completo, alterar de manera sustancial la forma en que nos enfrentamos a la realidad. Lo interesante, sin embargo, es que nada de esto sucede. Da lo mismo que la seguridad del país sea violada por un pastor boliviano armado con unas latas de jugo, que amenazó con hacer explotar el avión en que viajaba, y da lo mismo que hubiera explotado; es irrelevante también, que el Estado mexicano se encuentre en guerra con las diversas organizaciones del narcotráfico, si en todo el país, a todos los niveles, existen vínculos con esas organizaciones que han convertido la relación con el Estado en una de tipo simbiótico; da lo mismo, también, que exista un líder social, la mayor oposición al régimen a decir de muchos, que no ha tenido trabajo alguno en años y que sin embargo es capaz de obtener recursos públicos del congreso (dentro del rango de 20 a 50 millones de pesos) de los cuales, por supuesto, no declara impuestos; da lo mismo que en el mundo exista la preocupación por el calentamiento global o por el medio ambiente si, al final, en el largo plazo, todo se va a terminar irremediablemente; da lo mismo que existan, año con año, peticiones y manifestaciones por la defensa y protección de focas, ballenas o delfines, animalitos tan lindos éstos, pero que no resulte tan llamativo emprender estas acciones por otra clase de seres vivos; en fin, todo da lo mismo, y la lista da para que cada quien la amplíe a su gusto y consideración.

Ante un escenario así no nos queda mas que intentar analizar esta sensación de estafa que se va adueñando de todo. Tenemos la sospecha de que algo está mal, que ha estado mal desde siempre y que no hay muchas posibilidades de que la cosa vaya a mejorar. Nuestra primera reacción, tal vez a manera de instinto de supervivencia, nos lleva a pensar en una improbable edad de oro, en un tiempo pretérito en el que todo fue mejor. Basta con revisar la historia de la especie humana para desengañarse. Sin embargo, a estas alturas estamos más que listos para saber cómo será el final. En el lienzo en el que se plasme la síntesis de la especie humana, bastará con escribir: ¡QUÉ VERGÜENZA!

Concluyo estas líneas ofreciendo una disculpa a mis pocos lectores por este texto. Me invaden la amargura y el escepticismo de la derrota, visitantes ambos que me tienen sin ánimos para inventarme entusiasmos. Fuera de beber, no hay mucho que pueda hacer. No hay nada novedoso que se pueda escribir. A lo más a que podemos aspirar es a que aquello que salga de nuestra pluma sea coherente, que tenga algún sentido, sobre todo, para nosotros mismos.

Un capitán se hunde con su barco; pero nosotros, señores, no nos vamos a hundir. Estamos escorados y a la deriva, pero todavía no es naufragio.

1 comentario:

  1. Muy buena critica y creo que el país ha logrado ser sometido por unos cuantos, es una sociedad temerosa que no visualiza un futuro alentador, y lo vimos con el señor Cervantes Su arrojo fue suicida. Pero para la sociedad la inacción es más suicida aún.
    Solo los invade el miedo y la incertidumbre que prefieren pensar mejor en tener poco que no tener nada, saca a flote su principal instinto que es la supervivencia.. Al fin y al cabo seguimos siendo animales

    ResponderBorrar