Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


25 septiembre 2009

¿Quién quiere ser publicado?

Leí en alguna ocasión que un verdadero escritor desprecia, tiene que despreciar, el dinero y la fama y el poder porque vive dedicado a algo superior, enteramente distinto. En estos tiempos en que el valor de la vida se mide en función del éxito, vale la pena reflexionar sobre esta cuestión.

La primera pregunta que se debe responder, sin embargo, es la de por qué escribir. No se trata, como inocentemente pueden pensar algunos, de una cuestión de vocación, o de alguna ambición, una meta por llegar a ser algún día un escritor. Como dice Onetti, aquellos que parten de cualquiera de estas equivocaciones mantienen, a fuerza de voluntad, el afán de ser escritores. Para ellos, libro tras libro, estilo tras estilo, moda tras moda, lo importante, la meta, es alcanzar nombradía, prestigio, popularidad.

La cuestión es más sencilla, pero de mayor trascendencia. Uno escribe porque siente el deseo imperativo de hacerlo, y no puede escapar de él, se trata de algo imposible de postergar. Vamos, afirma Onetti, es una necesidad. Hay que escribir sin pensar jamás en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético. Escribir, concluye Onetti, siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.

Si tu obra es buena, si es verdadera, tendrá su eco, su lugar, en seis meses, seis años, o después de ti. ¡Qué importa!... El escritor, nos recuerda Flaubert, no busca el reconocimiento ni la popularidad, eso no satisface sino a vanidades muy mediocres. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, remata Onetti, hoy son genios.

Hasta aquí, la cuestión de ser publicado es poco menos que irrelevante. Pero, ¿quién no tiene algunas líneas para publicar? No ya porque sienta ese deseo impostergable e ineludible, esa necesidad; o porque alberga la creencia, en muchas ocasiones alimentada por los suyos, de ser bueno para escribir. No. Hemos alcanzado el punto en que se publica porque se puede hacerlo, y nada más. Es el triste despertar a una realidad desolada.

4 comentarios:

  1. ¡Saludos!

    Es agradable leer
    los textos
    que publicas en tu blog :]
    este en especial
    trata un asunto en el
    que he estado pensando,
    en fin ... sigue así.

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  2. Creo que habría que plantear otra pregunta: el que agarra la pluma ¿quiere escribir o quiere ser escritor?
    Para el que sólo quiere escribir, todo es catarsis, vuelca sus ideas en el papel o en el monitor y listo; para el que quiere ser escritor, hay algo un poco más complejo en el acto. Y sin embargo, en cualquiera de los dos casos, el que agarra la pluma está pensando inevitablemente en un lector hipotético. ¿Para qué escribir si no? Digamos que uno escribe un diario y no está interesado en que ningún tercero lo lea. Falso. En ese caso bastaría con escribir: "Querido diario, pues tú ya sabes cómo estuvo la cosa. Buenas noches". Pero eso no sucede. El autor del diario plasma a detalle toda la situación e incluso en ocaciones ficciona. Ergo, está pensando en un lector, virtual si se quiere, pero lector al fin.
    La verdad no sé quién quiere ser publicado, pero sí sé que todos los que escriben quieren ser leídos.
    Saludos.

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  3. Efectivamente se trata de un hecho afirmativo. Al escribir y tener en el horizonte el ser leído, se está diciendo: aquí estoy yo, éste soy yo.

    Comparto la diferencia entre escribir y ser escritor, al menos de fondo, pero la forma en este caso resulta particularmente relevante. Engullidos por la 'industria del espectáculo', como lo estamos, el ser publicado hoy resulta algo sospechoso. De entrada significa no que tu obra sea buena, sino que se ajusta a los criterios que establece el mercado, que eres rentable (al menos potencialmente). No elimino la posibilidad de la calidad, puede que la obra lo sea, sin embargo, no es el criterio fundamental. En todo caso, se trataría de un accidente afortunado.

    Siguiendo con este esquema, y llegados al punto del éxito, lo que empezó como una sospecha, se convierte en la aceptación de culpabilidad por parte del autor: es ya un autor del Star System, consagrado. Y ahí parece claro que hay una transgresión del autor con su obra: no escribe ya "porque siente el deseo imperativo de hacerlo, y no puede escapar de él", lo hace por inercia, porque se espera que diga algo, lo que sea. Ya no importa aquello que se diga, sino quién lo diga. En este caso el escritor está pensando inevitablemente, en todo momento, en ese lector hipotético que le asegura el éxtio.

    Hoy, ese es el esquema y esos son los escritores. Entonces, vale la pena preguntarse ¿quién quiere ser publicado? Poco denota tanta vanidad y orgullo como el hecho de conseguir que en el pasaporte se asiente que uno es escritor. Bajo el esquema descrito, lo único que se hace explícito es la complicidad de esa estructura. El escribir pasa a segundo término, es suficiente con que se sepa que uno es escritor. Se mantiene "a fuerza de voluntad, el afán de ser escritores. Para ellos, libro tras libro, estilo tras estilo, moda tras moda, lo importante, la meta, es alcanzar nombradía, prestigio, popularidad".

    Algo similar sucede con el papel que juega el lector. En el esquema de hoy, con los escritores de hoy, el objetivo es darle al lector lo que quiere, de forma sencilla. Con esta inversión, el ciclo creativo se pervierte en su totalidad. Sin duda que en la mente del que escribe hay un lector hipotético, pero no es éste, al menos no debería ser así, el que determina al escritor ni a la obra. Vienen a mi mente dos ejemplos claros: Aristóteles en la 'Ética Nicomáquea' (Libros sobre la amistad) y Nietzsche. En las obras de ambos hay una especie de llamado desesperado por amigos, espíritus afines con quienes poder hablar. Nietzsche sabe que ese lector nunca ha existido, pero mantiene la esperanza de que algún día llegará. Aristóteles va más allá, nos lo presenta nos guía al encuentro con él y, sin embargo, concluye de forma sombría que ese hombre no ha transitado por este lugar y duda que algun día lo haga. Ahí está el lector hipotético, como referente, pero no interviene fundamentalmente en el proceso creativo.

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  4. Hace meses k me he dedicado a solo leer “El Espectador”, sin embargo sucedió algo que provocó en mi una sonrisa peculiar que no puedo dejar de contártela (disculpa k me tome tal atrevimiento). Es muy simplón ciertamente, estaba leyendo lo que escribiste de la muerte de tus ideales en el blog de junio, y de inmediato busqué una hoja para anotar una frase k me llamó la atención “El exceso de la transparencia es el cinismo”. Siguiendo con la lectura encuentro que en el mes de julio existe una nota titulada “cuando el exceso de transparencia se vuelve cinismo”…No creo k comprendas con exactitud la causa de mi sorpresa, pero si a algo quiero llegar con todo esto, es k, a veces se olvida la relevancia que tienen las palabras en los que dedican un poco de su tiempo a leerle. Así como yo debe haber varios k copien frases o incluso k adopten una postura semejante a la que tu planteas. Termino por decir que, tienes un trabajo moral con nosotros, escribe a conciencia como hasta ahora, por favor. D

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