Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


10 mayo 2010

Esta noche me duele saberme yo

Esta noche me duele saberme yo. Sin embargo, a pesar de todo, te agradezco desde el fondo de mi corazón por este dolor que me haces sentir a cada momento. Te confieso que detesto la tranquilidad con que vivía antes de conocerte. Antes, por mucho tiempo, mi corazón había latido con golpecitos precisos y regulares, hasta el instante justo en que te vi por primera vez. Entonces, como una ráfaga, mi corazón comenzó a latir con violencia dentro de mi pecho. Parece, como si hasta ese momento, no hubiera vivido: como si nunca hubiera sentido nada, ni visto nada, ni oído nada. Veo claramente cuál sería la solución para terminar con este padecer: bastaría con que te dejara de amar y, al instante, terminaría mi sufrimiento. Pero esto, tan sencillo como se escucha, no es más fácil que cambiar el curso de la Luna. ¡Pero no! Prefiero mi sufrimiento a olvidarte. ¿Acaso depende esto de mí? El verdadero amor sólo lo es en la medida en que sea capaz de resistir el dolor y el sufrimiento. En amor no hay regateos: todo o nada. Pero yo preciso todo. No sabría cómo amar de otra manera.

Esta noche me duele saberme yo. Sé muy bien que no me interesa olvidarte y, de hecho, dedico todas las horas del día a recordarte. Mi luz se consume y se apaga rápida y tristemente. Con este amor en el pecho y con la noche en la mirada, me puedo dar cuenta de que no hay más, que no queda nada más en el mundo. Nada… salvo el amor. Te amo: la única cosa que vale la pena decir y ser escuchada. Quien no ha dicho ni escuchado estas palabras, en su sentido más puro, ha fracasado rotundamente.

Estoy perdido. Al principio, en los primeros días, aún pude haber luchado en contra de aquello que era, en ese momento, tan sólo una posibilidad. Hoy, y para siempre, estoy perdido: te amo. Me encuentro en la situación de aquel al que todo le es indiferente, porque ha bebido ya las aguas amargas de la locura y de la desesperación. Me siento demasiado desgraciado, demasiado abatido, demasiado hastiado del mundo y de todo lo que hay en él, de tal manera que no me importaría escuchar en este mismo instante el sonido de las alas del ángel de la muerte. No puedo evitar esta amarga sensación en el corazón, como si algo irreparable hubiera sucedido, como si aquí se hubiera echado a perder una cosa hermosa tan sólo por una tontería.

Después de haber deseado todo, lo más bello, lo más tierno, lo más delicado, un paraíso en forma humana y, cuando por fin alcancé mi ideal, ¿qué me puede importar ya ninguna otra cosa en el mundo? Me parece tan poco necesario vivir como morir.

Doy gracias a Dios porque en este mundo imperfecto existe un ser como tú; y por yo saberlo, por haber tenido la fortuna de compartir, al menos, unos instantes contigo. Confieso que sin ti, la existencia me parece intolerable. Me siento herido hasta el fondo del corazón y parece que mi única salvación es la muerte. Me siento perdido, como aquel que cae al fondo de un abismo y sabe que nadie lo ayudará y tendrá que morir. No sé lo que me tiene reservado la vida, pero este encuentro ha hecho ya que todo valiera la pena.

Pero el amor no ha muerto. Es más, ha estado siempre a mi lado, y he aprendido, definitivamente, que no debo seguir nunca más con deseos hacia ninguna otra mujer, que no puedo pedir el beso de ningunos otros labios, llevándote aún en mi corazón.

Lo que yo he amado, lo haya conservado o no, lo amaré para siempre.

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