Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


10 junio 2010

Libertinos

Hoy, todo desenfreno está proscrito no sólo socialmente sino también por toda una intelligentsia bienpensante que ve la armonía, el equilibrio, en el justo medio, en la mediocridad. De talante epicureísta, un pequeño grupo de libertinos nos atrevemos a desafiar al poder que preconiza la práctica del estoicismo. Desenfrenados, blasfemadores ocasionales, aficionados a la buena mesa y al buen liqvor. François Garasse, jesuita del Gran Siglo, nos define así: “Llamo libertinos a nuestros borrachos moscardones de taberna, espíritus insensibles a la piedad, que no tienen otro dios que su vientre”. Proponemos una filosofía del placer que, ni qué decir tiene, alarma a nuestros contemporáneos, que nos persiguen por herejes y subversivos.

¿Sois jóvenes y atractivos, algo insolentes, algo extravagantes, lo justo para que vuestra presencia resulte más brillante? ¿Sois algo filósofos, epicúreos, hedonistas, irreverentes en materia de religión y política, aunque nunca teóricos? ¿Os gusta la comida y la bebida? ¿Sois elegantes? ¿Sois galantes con las mujeres, sabéis estar, estáis al corriente de todas las novelas de interés –nunca de los cotilleos– y sabéis usar de cierta gracia al contarlas? ¿Nunca habláis de vosotros mismos, sino que intentáis resultar agradables poniendo en valor al interlocutor y dejándole hablar? ¿Sois buenos comediantes, tan buenos que nadie más lo sospecha? ¿Soportáis la vida en sociedad pero apreciáis los encuentros a dos para abrir vuestro corazón? ¿Gustáis a las mujeres?

Sois libertinos.

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