Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


30 junio 2009

La muerte de los ideales

Este espacio ha sido pensado como uno destinado principalmente para el análisis y la discusión de temas que gravitan en la órbita de la vida pública. Sin embargo, en esta ocasión, debido a su gravedad, me ha parecido imposible dejar pasar la oportunidad de abordar este tema que tiene su origen en buena medida en aspectos de mi vida privada.


I

Mi primer contacto con Los Fabulosos Cadillacs se remonta al ya lejano año del 2000. Se trataba de tiempos aciagos para todos aquellos que nos preparábamos para hacer nuestra entrada oficial a la UNAM. Una huelga que había durado cerca de diez meses dejaba tras de sí desgaste y desprestigio para la institución. Así mismo, la convivencia entre la comunidad universitaria había cambiado, se encontraba apenas en proceso de ser restituida y los resultados eran una incógnita para todos. La polarización entre los miembros de la comunidad universitaria era evidente y la convivencia aparecía más bien como algo forzado, que no fluía de manera natural. Se sabía de antemano que tomaría tiempo regresar a la normalidad, a la dinámica normal de la vida universitaria. Ignoro, por ejemplo, cómo fue que se desarrolló este proceso en Ciudad Universitaria, lugar que había sido el bunker de los dirigentes del movimiento. Sin embargo, en las preparatorias el proceso fue claramente violento. La existencia de identidades bien definidas era algo palpable: estaban las autoridades, autores o cómplices de la represión (en cualquier caso se trataba de los malos); estaban también los grupos de choque, conocidos por todos como ‘porros’, y autodenominados grupos de animación (un instrumento de represión y de control a disposición de las autoridades); finalmente, nos encontrábamos los alumnos, unos cuantos realmente comprometidos con el movimiento y preocupados por que los logros de la lucha no fueran relegados (éstos éramos los buenos, faltaba más) y la inmensa mayoría, apática frente al movimiento e interesados únicamente en el reinicio de las actividades.


Esta descripción, tal como lo he dicho de otras en su momento, es, sin embargo, simplificadora, reduccionista y maniquea. Es inexacta y sería tramposo afirmar que es verdadera o que a partir de ella se puede desarrollar un argumento que pretenda ser medianamente serio. Sin embargo, en su momento era el instrumento disponible que nos permitía comprender la realidad, es decir, aquello que vivíamos en ese periodo de turbulencia. Tal como afirma José Ortega y Gasset, la realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista que cada cual ocupa, fatalmente, en el universo.


Fue precisamente en este escenario en el que se dio mi primer contacto con los Cadillacs. Su música funcionaba como un elemento de cohesión para los integrantes de aquel grupo, que si bien minoritario, no por ello cejábamos en nuestros esfuerzos. Hallábamos en su voz, en sus letras, palabras de aliento, alimento para el espíritu, consuelo cuando era necesario.
 
Por más que quieran sacarnos de nuestro lugar
y pienses que solo somos un puñado de idiotas
no no podrás quitarnos lo que hicimos ya
ahora somos más hermanos que antes
ya no podrás mirarnos a los ojos mas
nosotros somos amigos, vos que solo estas
por más que quieras tapar toda nuestra voz
nunca podrás callar esta canción

En ocasiones recuerdo con melancolía aquellos años. Todo era tan fácil y lo que se tenía que hacer era tan claro. Nos explicábamos la apatía no como falta de interés por parte del resto de los compañeros, sino más bien como su incapacidad de comprender verdaderamente el fondo del asunto. Por tanto, era nuestra misión transmitir el mensaje, hacerlo llegar a los compañeros quienes, una vez entendido, tendrían que, necesariamente, integrarse al movimiento. Hoy, sin embargo, todos estos razonamientos se presentan con su verdadero rostro de ingenuidad. Es fácilmente detectable el diagnóstico burdo, el planteamiento simplificador y el discurso reduccionista de toda esta argumentación. Fueron suficientes para superar esta etapa un poco de experiencia, muchas lecturas y el razonamiento y la discusión sin compromisos, sin ataduras. Es necesario aclarar, sin embargo que yo hago referencia de la ingenuidad y no de dolo debido a que, al menos en mi caso, se trato siempre, en todo momento, de decisiones y de acciones que partieron de la buena fe y nunca existió la búsqueda de un beneficio personal. Sin embargo, también existían integrantes del movimiento, dirigentes principalmente, que no estaban ahí por verdadero convencimiento, por amor a la causa sino más bien con el afán de obtener beneficios personales, como el inicio de una carrera política, sin importar los costos, sin importar los medios, haciendo lo que fuera necesario, engañando, mintiendo y evidentemente también engañándose a sí mismos: sabiendo que en realidad se trata de una argumentación tramposamente construida, prefieren ocultar los engaños en dogmas antes que permitir la libre discusión, prefieren seguir manejando una visión del mundo simplificada y reducida tan provechosa para sus objetivos personales antes que aceptar lo problemático que efectivamente es la realidad; esto fue lo que en última instancia provocó mi separación.

A pesar de todo, conservé y siguió creciendo en mí el sentimiento que había surgido a partir de la música de los Cadillacs. Aceptaba lo problemático que resultaba la realidad pero no por ello estaba dispuesto a aceptar fatalismos, el mundo podía ser demasiado necio o demasiado abyecto, podía presentar todas las adversidades posibles pero a partir de la voz de los Cadillacs siempre era posible oponer un “sin embargo”. Los Cadillacs aparecían pues como el guardián perfecto de los ideales.

II
Tras toda una vida de tocar juntos los Cadillacs anunciaron una especie de pausa que permitiría a cada uno desarrollar sus proyectos e inquietudes personales. La pausa, sin embargo, no se aclaró si tenía carácter de temporal o definitiva, lo cual nos hizo suponer que se trataba del final de una época. Ya su último disco en estudio de canciones inéditas reflejaba una esencia alterada, distinta a todo lo que habían sido los Cadillacs hasta entonces: ahí estaba la voz, el bajo, los coros y demás instrumentos, pero el alma ya no se conmovía al escucharlos. Por esta razón, me parece, el anuncio de la separación no fue visto como una tragedia sino más bien como la aceptación del final de una época, una época con mucho significado, y con lo que se quería respetar el legado de la banda antes de echarlo todo por la borda. Los diferentes Cadillacs emprendieron caminos propios que los llevaron a distintos géneros con éxito diferenciados. A esas alturas cualquiera creería que el éxito se mediría únicamente en términos artísticos, ya que con lo que había dejado el proyecto de Los Fabulosos Cadillacs bastaría para llevar una vida holgada. 

El primer síntoma de un posible reencuentro apareció en el trabajo de Vicentico, quien solía invitar a sus excompañeros a colaboraciones en sus diferentes producciones, e incluso a sus presentaciones en vivo. Había ocasiones en que la formación entera de los Cadillacs se presentaba a tocadas de Vicentico y tocaban la mitad del set list del proyecto del vocalista y la otra mitad con temas de los Cadillacs. Era ya un hecho que sólo faltaba por oficializar. Muchos seguidores estábamos emocionados y temerosos a la vez: la banda se reuniría, la magia había regresado, sin embargo, existía la duda del resultado de ese experimento. Cuando una banda de esta magnitud decide reunirse, el respaldo de los seguidores es automático. Se trata, uno supondría, de un proceso dialéctico e incluso simbiótico en que el reencuentro entre banda y seguidores parece impostergable. Como seguidor uno también entiende que el tema del dinero se encuentra presente, es decir, ya sea mediante un nuevo material o a partir de una gira el dinero fluirá, como elemento necesario, para hacer posible el reencuentro entre la banda y los fanseseses. Sin embargo, uno esperaría, que lo verdaderamente importante, lo que provoca que se reúna la banda es la necesidad de ese contacto con los seguidores, más aún de una banda como los Cadillacs.

La verdad fue develada en una entrevista en vivo para MTV con Vicentico, Flavio y Rotman. El entrevistador, como una pregunta necesaria, planteó la pregunta de una forma sarcástica y con desdén, para facilitar aún más la respuesta de los integrantes de la banda: ‘en la calle hay quienes dicen, algunos medios critican, que Los Fabulosos Cadillacs se reúnen por el dinero, qué responden ustedes ante esto?’ La respuesta que todos esperábamos era la única que cabría esperar de los Cadillacs, de esa banda que había nutrido y crecido con la juventud hispanoamericana de las dos últimas décadas del siglo XX, que había alimentado nuestras esperanzas, que nos había fortalecido en momentos de debilidad y que había sido la fuente y el guardián de nuestros ideales. Más aún, el tono del entrevistador había marcado el camino y había acomodado la pregunta para que los Cadillacs salieran airosos y fortalecidos tras la respuesta. La respuesta cimbró los cimientos mismos de mi alma, y quiero imaginar que la de muchos más. Fue un golpe de consecuencias devastadoras cuyos daños aún no se pueden cuantificar completamente al día de hoy. La muerte de los ideales se hizo realidad con un monosílabo. La respuesta de los Cadillacs fue rápida, automática, incluso me atrevería a decir que fue mecánica. La respuesta fue un ‘SI’ a secas, no elaboró su respuesta, pero tampoco se vio un intento por corregir de ninguno de los tres. ‘Claro, regresamos por el dinero’. El exceso de la transparencia es el cinismo y esa respuesta fue evidencia más que suficiente de ello. Continué viendo la entrevista hasta su conclusión con la esperanza de que todo se tratara de una broma, o de que se hiciera una rectificación, algo, lo que fuera que me rescatara a mí de esa situación y que hiciera a la banda salir del embrollo en el que se habían metido. La entrevista terminó sin que nada de esto sucediera, sólo el anuncio de un nuevo material que de nuevo no tenía más que una canción y la reedición, echando a perder varios clásicos de los Cadillacs. 

Desde ese momento mi relación con los Cadillacs ha muerto. Es increíble que algo que en un momento dado llegó a significar tanto para mi haya desaparecido con dos letras, con una palabra. Fue su actitud sin duda, el desdén con que trataron a los seguidores. No se trató nunca, en ningún momento de la necesidad de reencontrarse con los seguidores, de sentir la calidez y el cariño, de seguir creando y de compartir esas creaciones; se trató siempre de unas cuantas monedas, de unas miserables monedas a cambio de nada, monedas que, hay que decirlo, muchos se las han dado sin siquiera detenerse a pensar un poco en lo sucedido, en el efecto de esa respuesta. Por mi parte, quiero imaginar que aquellos que les siguen dando sus monedas son personas para quienes los Cadillacs nunca tuvieron el significado que llegaron a tener para mí, de ahí la ligereza con que se toman esa respuesta y su actitud.

Digo que el daño que han ocasionado en mi aún no es cuantificable dado que no sólo se trata del final de una relación a partir de ahora, sino que las consecuencias también se han hecho presentes en la reconstrucción de mi pasado. ¿Mi apego a ideales del pasado, así como su solidez, se nutrió de una banda que vivió en todo momento en función de unas miserables monedas? ¿Eso me resta validez a mí también? Ortega y Gasset afirma que un amor pleno, que haya nacido en la raíz de la persona, no puede verosímilmente morir. Va inserto por siempre en el alma sensible. Las circunstancias –por ejemplo, la lejanía– podrán impedir su necesaria nutrición y entonces ese amor perderá volumen, se convertirá en un hilillo sentimental, breve vena de emoción que seguirá manando en el subsuelo de la conciencia. Pero no morirá; su calidad sentimental perdura intacta. En ese fondo radical, la persona que amó se sigue sintiendo absolutamente adscrita a la amada. El azar podrá llevarla de aquí para allá en el espacio físico y en el social. No importa: ella seguirá estando junto a quien ama. Éste es el síntoma supremo del verdadero amor: estar al lado de lo amado, en un contacto y proximidad más profundo que los espaciales. Sin duda alguna aquello que en algún momento me unió a los Cadillacs es tan fuerte que me obliga a considerar esta afirmación de Ortega y Gasset. No lo hago, sin embargo, sin un sentimiento de culpa y sin pensar que se trató simplemente de una equivocación de mi parte al ligar mis ideales a quien sólo persigue el dinero. Finalmente, es imposible, después de saber todo esto, y peor aún, de sentirlo en carne propia, escuchar canciones como ‘V Centenario’ o ‘Gallo Rojo’ que tienen un mensaje evidentemente político, o aún canciones como ‘Yo no me sentaría en tu mesa’ sin una sonrisa burlona en la cara y pensando que los Cadillacs de hoy no tienen ninguna autoridad moral y carecen de cualquier dejo de dignidad, sin hablar de todos aquellos que siguen haciendo funcionar la máquina de monedas de Los Fabulosos Cadillacs.

1 comentario:

  1. HOLA!! ME PARECE UNA BUENA NOTA SOBRE TU PERSPECTIVA ACERCA DE LOS FABULOSOS CADILLACS Y SU INMINENTE DECADENCIA QUE, A PESAR DE NO SER FANÁTICA DE ÉSTE ICONO MUSICAL, HE PERCIBIDO TAMBIEN Y ME LLENA DE TRISTEZA, YA QUE COMO TÚ MENCIONAS, MARCÓ UNA ÉPOCA ESPECIAL EN LA VIDA DE CHAVOS DE NUESTRA GENERACION. SOLO QUIERO HACERTE UN PEQUEÑO COMENTARIO COMO SIMPLE LECTORA QUE SOY: CREO QUE SERÍA MAS SUGERENTE QUE ESCRIBIERAS EN UN LENGUAJE MÁS SENCILLO Y MENOS REBUSCADO, SOBRE TODO PARA ESTOS TEMAS MENOS INFORMALES (POR DECIRLO DE ALGUNA FORMA).
    YA POR ULTIMO, FELICIDADES POR HABER CREADO TU PROPIO BLOG!!! ATTE. LA VERDADERA JOSSYCAT

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