Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


06 marzo 2010

Conversaciones con Cioran: Inconsistencia del ser humano

¿Por qué los seres humanos se empeñan en realizar algo a toda costa? ¿No estarían mucho mejor inmóviles en este mundo, gozando de una calma total? Pero, ¿qué es lo que hay que realizar? ¿Por qué tantos esfuerzos y tanta ambición? El ser humano ha perdido el sentido del silencio. A pesar de que la conciencia es el fruto de una deficiencia vital, no interviene en todos los individuos como un factor de inadaptación; en algunos seres engendra por el contrario una exacerbación de las tendencias vitales. No pudiendo ya vivir en el presente, el hombre acumula un excedente de energía que le pesa y le esclaviza; el sentimiento del futuro ha sido para él una calamidad. El proceso según el cual la conciencia ha dividido a los seres humanos en dos grandes categorías es un proceso extraño que explica por qué el hombre es un ser tan poco consistente, incapaz de encontrar su centro de energía y de equilibrio. Aquellos a los que su conciencia ha conducido hacia la interiorización, el suplicio y la tragedia, al igual que quienes han sido precipitados por ella en un imperialismo ilimitado del deseo de adquirir y de poseer, son, cada uno a su manera, seres desgraciados y desequilibrados. La conciencia ha convertido al animal en hombre y al hombre en demonio, pero todavía no ha transformado a nadie en Dios, y ello a pesar de que nos vanagloriamos de haber enviado uno a la cruz.

Huid de los individuos impermeables al vicio, pues su presencia insípida puede sólo aburrir. ¿De qué podrían hablarnos, sino de la moral? Ahora bien, quien no ha superado la moral no ha sabido profundizar sus experiencias, ni transfigurar sus hundimientos. La existencia verdadera comienza donde acaba la moral, pues únicamente a partir de ahí puede intentarlo todo, y arriesgarlo todo, incluso si hay obstáculos que se oponen a las realizaciones reales. Se necesitan infinitas transfiguraciones para alcanzar la región en la que todo está permitido, en la que el alma puede sin remordimientos ser vulgar, sublime o grotesca, y ello hasta una complejidad tal que ninguna dirección ni ninguna forma de vida escapen a su alcance. La tiranía que reina sobre las existencias ordinarias es sustituida en ese caso por la espontaneidad absoluta de una existencia única que posee en sí misma su propia ley. ¿Cómo la moral podría ser válida para un ser hecho de esa manera –el ser más generoso que pueda existir, puesto que es absurdo hasta el punto de renunciar al mundo, ofreciendo así todo lo que posee en sí mismo? La generosidad es incompatible con la moral, esa racionalidad de los hábitos de la conciencia, esa mecanización de la vida. Todo acto generoso es insensato, es la prueba de una renuncia inimaginable en el individuo ordinario, el cual se escuda en la moral para disimular su vulgar nulidad. Todo lo que es realmente moral comienza cuando la moral ha sido eliminada. La mezquindad de las normas racionales no es en ningún lugar más evidente que en la condena del vicio –esa expresión de la tragedia carnal causada por la presencia del espíritu en la carne. Pues el vicio implica siempre una huida de la carne fuera de su fatalidad, una tentativa de romper las barreras que contienen los impulsos pasionales. Un tedio orgánico conduce entonces los nervios y la carne a una desesperación de la que sólo pueden escapar ensayando todas las formas de la voluptuosidad. En el vicio, la atracción por las formas diferentes de las normales produce una inquietud turbadora: el espíritu parece entonces transformarse en sangre, para moverse como una fuerza inmanente a la carne. La exploración de lo posible no puede realizarse, en efecto, sin la ayuda del espíritu ni la intervención de la conciencia. El vicio es una forma de triunfo de lo individual; y ¿cómo la carne podría representar lo individual sin un apoyo exterior? Esta mezcla de carne y de espíritu, de conciencia y de sangre, crea una efervescencia extraordinariamente fecunda para el individuo víctima de los encantos del vicio. Nada repugna más que el vicio aprendido, forzoso y fingido; de ahí que el elogio del vicio sea totalmente injustificado: como máxima podemos constatar su fecundidad para aquellos que saben transfigurarlo, hacer desviarse a esa desviación. Cuando se lo practica de manera brutal y vulgar, no se explota más que su escandalosa materialidad, desdeñando el estremecimiento inmaterial en el que reside su calidad. Para alcanzar ciertas alturas, la vida íntima no puede prescindir de las inquietudes del vicio. Y ningún vicioso debe ser condenado cuando, en lugar de considerar el vicio como un pretexto, lo transforma en finalidad.

04 marzo 2010

Conversaciones con Cioran: El sinsentido del devenir

En la tranquilidad de la contemplación, cuando soportamos el peso de la eternidad, cuando oímos el tic–tac de un reloj o el latido de los segundos, ¿cómo no sentir la inanidad del progreso en el tiempo y el sinsentido del devenir? ¿Para qué ir más lejos, para qué continuar? La revelación súbita del tiempo, que le confiere una preeminencia abrumadora que no posee generalmente, es el fruto de un asco hacia la vida y de la incapacidad de proseguir la misma farsa. Cuando esta revelación se produce por la noche, la absurdidad de las horas que pasan va acompañada de una sensación de soledad aniquiladora, pues –alejados del mundo y de los seres humanos– nos encontramos solos frente al tiempo, en una irreductible relación de dualidad. En pleno abandono nocturno, el tiempo no se halla ya, en efecto, poblado de actos y de objetos: evoca por el contrario una nada que crece, un vacío en plena dilatación, semejante a una amenaza del más allá. En el silencio de la contemplación se oye entonces un sonido lúgubre e insistente, como un gong en un universo difunto. Ese drama sólo lo experimenta quien ha disociado existencia y tiempo: huyendo de la primera se halla abrumado por el segundo. Y siente el avance del tiempo dentro de sí mismo como el avance de la muerte.

03 marzo 2010

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Estas líneas no tienen fecha, y no podrían tenerla, ya que lo esencial de ellas es un sentimiento presente en mí en todo momento. Antes, tú lo sabes, yo iba siempre solo, con la melancolía, el dolor y la agonía como mis fieles compañeros. Ahora, mi escolta de viaje es más reducida: cuando me paseo es con tu recuerdo, cuando vuelvo es con el deseo nostálgico de ti. Ya que estas líneas no tienen fecha y pueden, entonces, ser escritas en cualquier momento, también pueden ser leídas en cualquier momento. Si alguna duda te atormenta por las noches, entonces, también puedes leerlas. Escribo esto con la convicción más profunda de mi alma, y aún en el rincón más oscuro del universo yo no dudaría en confesar que soy tuyo.

02 marzo 2010

Del amor

Enamorarse es la única aventura ilógica, la única cosa que estamos tentados a considerar sobrenatural en nuestro vulgar e intrascendente mundo. El efecto está fuera de toda proporción con su causa. Dos personas se encuentran, hablan un poquito y se miran otro poquito a los ojos. Esto mismo ha ocurrido ya una docena o más de veces sin especial resultado en la experiencia de ambas; pero ahora todo es diferente. Ahora han caído, de pronto, en ese estado en el que otra persona viene a ser para nosotros la verdadera esencia y el centro de la creación y echa abajo con una sonrisa todas nuestras laboriosas teorías. Un estado en el que todas nuestras ideas están ligadas a ese pensamiento dominador que hasta los más triviales cuidados de nuestra persona vienen a ser otros tantos actos de devoción, y hasta el mismo amor a la vida se resuelve en un deseo de permanecer en el mismo mundo que habita tan preciosa y codiciable criatura.

¿Quién duda, según esto, que no estamos en el mundo sino para amar? Y, en efecto, se ama siempre, por más que uno pretenda ocultárselo a sí mismo.

El amor es lo único que nos permite creer que el universo no es un total fracaso.

Un individuo que no pueda penetrar en él, por ser insensible a su encanto, está privado de la razón misma de existir: lo supremo le es inaccesible.

De la vida

Dar el menor tiempo posible al trabajo material para dar el mayor tiempo posible al trabajo impalpable; en otras palabras: dedicar algunas horas a la vida real, y el resto al infinito.

26 febrero 2010

14

¿Es un amor sin esperanza?... ¿Y qué? Una pasión así ennoblece al corazón. Amar por la dicha de amar, sin la ambición de ser amado.

54

La amaba y no debía amarla… Quería despreciarla, ofenderla, ultrajarla, y no podía… ¡la amaba! El amor propio herido le decía con acento sordo e imperioso: ¡déjala!

2

Pensaba en ella lleno de ira. Aquello era una burla, una burla atroz. La que ayer le juraba amor y fidelidad eternos; la que ayer, cuidadosa y solícita, le atendía y le mimaba como a un niño; la que pocos días antes, llena de ternura, le estrechaba entre sus brazos, ya no le amaba, y no sólo no le amaba, sino que se reía de él y permitía que otro le ofendiera con frases despectivas… Aquella mujer era indigna de ser amada; era una criatura despreciable. ¡La aborrezco, la aborrezco con toda mi alma, como ella se lo merece! ¡No vuelvo a mirarla, ni a verla!... ¡Y yo que la amaba! ¡Tanto!