Pensaba en ella lleno de ira. Aquello era una burla, una burla atroz. La que ayer le juraba amor y fidelidad eternos; la que ayer, cuidadosa y solícita, le atendía y le mimaba como a un niño; la que pocos días antes, llena de ternura, le estrechaba entre sus brazos, ya no le amaba, y no sólo no le amaba, sino que se reía de él y permitía que otro le ofendiera con frases despectivas… Aquella mujer era indigna de ser amada; era una criatura despreciable. ¡La aborrezco, la aborrezco con toda mi alma, como ella se lo merece! ¡No vuelvo a mirarla, ni a verla!... ¡Y yo que la amaba! ¡Tanto!
26 febrero 2010
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