Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


19 julio 2009

Pecios (como a manera de prólogo)

I

Leía, en alguna ocasión, a un autor del ‘star system’ mexicano. Le preguntaron sobre la influencia que había tenido en su obra la idea del suicidio y si acaso, alguna vez, pensó en ejecutarla. Inmediatamente, y demostrando con ello la agilidad propia de un intelectual, respondió que ninguna, y que, al ser él mismo un optimista empedernido, tenía la fuerza suficiente para aguantar cualquier cosa, hasta el final.



II

Tras semejante afirmación no pude evitar que se dibujara en mi rostro una sonrisa. Es evidente. El pretendido autor mentía. Se engañaba a sí mismo e intentaba engañar a sus entrevistadores. Hacía, de entrada, una valoración moral sobre el suicidio, descalificándolo, al desplegar su optimismo, su empedernido optimismo.



III

El optimismo no es más que una renuncia. El acuerdo para dejar de percibir la realidad tal cual es para comenzar a percibirla tal como nos gustaría que fuera. Lo que llaman ‘capacidad de ver las cosas buenas de cualquier situación’ no consiste más que en una forma sesgada de ver las cosas. El pesimismo, contrario a lo que la generalidad piensa, no es más que la resignación: sabemos que estamos condenados a la derrota, no hay manera en que podamos salir victoriosos de esta afrenta y, sin embargo, decidimos seguir en la lucha. Aceptamos de antemano el fracaso, pero no por ello estamos dispuestos a renunciar. Podrá ser el camino a la perdición, sí, pero consiste, precisamente por ello, en el camino más elevado, el único que vale la pena caminar.

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