Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


06 septiembre 2011

Conversaciones con Salvador Monsalud

Yo he creído siempre lo mismo, y mucho me temo que aún después de todo, sigan pareciéndome las cosas de mi país tan malas como antes. Esto es un conjunto tan horrible de ignorancia, de mala fe, de corrupción, de debilidad. Entre la gente se ve de todo: hay hombres de mucho mérito, buenas cabezas, corazones de oro; pero, así mismo, los hay tan bullangueros que sólo buscan el ruido y el tumulto; no faltando muchos que están llenos de buena fe, pero carecen de luces y de sentido común. Yo he observado este conjunto en que se revuelven sin poderse unir la grandeza de las ideas con la mezquindad de las ambiciones. He sentido al principio cierto temor; pero después de meditarlo he concluido afirmando que los males que pueda traer el cambio no serán nunca tan grandes como los que padecemos en el presente. Y si lo son –continuó desdeñoso– bien merecido lo tienen. Si esto ha de seguir llevando el nombre de nación, es preciso que en ella se vuelva lo de abajo arriba y lo de arriba abajo, que el sentido común ultrajado se vengue, arrastrando y despedazando tanto ídolo ridículo, tanta necedad y barbarie erigidas en instituciones vivas; es preciso que haya una renovación total de la patria, que nada de lo antiguo subsista, y se hunda todo con estrépito, aplastando a los estúpidos que se obstinan en sostener sobre sus hombros una fábrica caduca. Y esto se ha de hacer de repente, con violencia, porque si no se hace así, no se hace nunca… Aquí se han de romper a hachazos las puertas de la tiranía para destruirlas, porque si las abrimos con su propia llave, quedarán en pié y volverán a cerrarse.

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