Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


29 enero 2010

Conversaciones con Cioran: el fragmento


A que soy perezoso. Para escribir algo hilado hay que ser un hombre activo. Yo nací en el fragmento. Como ya he dicho, he tenido la ventaja de no ser profesor, de no enseñar, de no practicar profesión alguna y, por tanto, no estar sometido a alguna clase de rigor intelectual. Siempre me he considerado irresponsable. Por tanto, para mí escribir es decir lo que quiero, sin perjuicio de contradecirme, eso no tiene la menor importancia. Como usted comprenderá, escribir aforismos es muy sencillo: vas a las cenas, una señora dice una tontería, eso te inspira una reflexión, vuelves a casa, la escribes. Es más o menos ése, verdad, el mecanismo. O bien, en plena noche, tienes una inspiración, un inicio de fórmula, a las tres de la mañana escribes dicha fórmula y al final se convierte en un libro. No es serio. No se podría ser profesor de una facultad con aforismos. No es posible. Pero considero que en una civilización que se disgrega ese tipo de cosas resulta de lo más apropiado. Evidentemente, nunca hay que leer un libro de aforismos de cabo a rabo, porque se tiene una impresión de caos y de total falta de seriedad. Hay que leerlo únicamente por la noche, antes de acostarse o en un momento de abatimiento, de hastío. Es un pensamiento que no encierra mucha verdad, pero sí un poco de futuro. Pero, evidentemente, la ventaja del aforismo es la de que no hay necesidad de dar pruebas. Se lanza un aforismo como se da una bofetada.

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