Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


09 enero 2010

Elogio nietzscheano de la desocupación


Buscarse un trabajo por salario: en eso casi todos los hombres de los países civilizados son iguales. Para ellos, el trabajo no es más que un medio, y no un fin en sí mismo; por eso son poco refinados en la elección de trabajo que, a sus ojos, no cuenta sino por la promesa de apreciables ganancias. Ahora bien, existen algunos hombres excepcionales que prefieren morir a trabajar sin alegría, a trabajar en cosas que no deleitan; son esas naturalezas inclinadas a elegir y difíciles de satisfacer, quienes no se contentan con una ganancia considerable cuando el propio trabajo no constituye la ganancia de las ganancias. A esta especie de hombres pertenecen los artistas y los contemplativos de toda índole, pero también los ociosos que pasan toda su vida de caza, en viajes o bien en intrigas y aventuras amorosas. Todos éstos quieren el trabajo y el esfuerzo en tanto a ello se halle asociado el placer, y no les asusta el trabajo más duro, más penoso, si es preciso. De otra forma, son de una decidida pereza, aun cuando ella entrañe el empobrecimiento, la deshonra, y poner en peligro la salud y la vida. No temen tanto el aburrimiento como el trabajo sin placer: tienen incluso necesidad de mucho aburrimiento si quieren que su propio trabajo les resulte bien. Para el pensador y para todos los espíritus inventivos el aburrimiento es esa desagradable “calma chicha” del alma que precede a la feliz navegación y a los vientos alegres; tiene que soportarlo, que surta efecto en él; ¡es esto precisamente lo que las naturalezas más débiles no pueden obtener de sí mismas en modo alguno! Ahuyentar el aburrimiento sin importar por qué medio resulta tan vulgar como el hecho de trabajar sin placer.

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