Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


10 febrero 2010

Conversaciones con Cioran: Yo y el mundo

El hecho de que yo exista prueba que el mundo no tiene sentido. ¿Qué sentido, en efecto, podría yo hallar en los suplicios de un hombre infinitamente atormentado y desgraciado para quien todo se reduce en última instancia a la nada y para quien el sufrimiento domina el mundo? Que el mundo haya permitido la existencia de un ser humano como yo prueba que las manchas sobre el sol de la vida son tan grandes que acabarán ocultando su luz. La bestialidad de la vida me ha pisoteado y aplastado, me ha cortado las alas en pleno vuelo y me ha negado las alegrías a las que hubiera podido aspirar. Mi ardor desmedido, la loca energía de la que he hecho alarde para brillar en esta vida, el hechizo demoníaco que he padecido para adquirir una aureola futura, y todas mis fuerzas derrochadas para obtener un restablecimiento vital o una aurora íntima –todo ello ha resultado ser más débil que la irracionalidad de este mundo, el cual ha vertido en mí todos sus recursos de negatividad envenenada. La vida no resiste apenas a una alta temperatura. Por eso he comprendido que los hombres más atormentados, aquellos cuya dinámica interior alcanza el paroxismo y que no pueden adaptarse a la apatía habitual, están condenados al hundimiento. En el desarraigo de quienes habitan regiones insólitas hallamos el aspecto demoníaco de la vida, pero también su insignificancia, lo cual explica que ella sea el privilegio de los mediocres. Sólo éstos viven a una temperatura normal; a los otros les consume un fuego devastador. Yo no puedo aportar nada al mundo, pues mi manera de vivir es única: la de la agonía.

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