Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


21 marzo 2010

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Igual que yo ahora me visto y salgo, visito al profesor, y cambio con él frases amables, más o menos falsas, todo ello sin quererlo en realidad, así lo hacen y viven y negocian la mayoría de los hombres día a día, hora a hora, forzadamente, y sin quererlo en realidad. Hacen visitas, sostienen conversaciones, se sientan durante horas enteras en sus despachos y oficinas, todo a la fuerza, mecánicamente, sin quererlo, en realidad. Todo podría ser realizado con total perfección por máquinas, o no realizarse. Y esta mecánica, eternamente proseguida, es la que les impide ejercer la crítica de su propia vida, reconocer y sentir su estolidez y superficialidad, su desesperada tristeza y soledad. Y tienen razón, absoluta razón, los hombres que viven así, que juegan sus jueguecitos, que corren tras sus asuntos, en vez de oponerse a la mecánica y mirar al vacío, como lo hago yo.

Estoy tan solo y amo tan poco a la vida, a las personas y a mí mismo, que no puedo tomarlos en serio, a ninguno. Siempre ha habido individuos así, que exigen a la vida lo más elevado y no pueden acomodarse a su estupidez y a su crudeza.

Tú estás demasiado hambrienta y llena de deseos para este mundo tan sencillo, tan cómodo, que se contenta con tan poco. Para este mundo de hoy en día, que te escupe, para él tienes una dimensión de más. Quien hoy quiera vivir y estar alegre con su vida, no puede ser una persona como tú y yo. Quien desee música en lugar de murga, felicidad en lugar de placer, amor en lugar de dinero, verdadero trabajo en lugar de explotación, verdadera pasión en lugar de juego, para éste no hay cabida en el mundo, al menos no en este mundo.

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