Hay aquí frases que dan una idea de la confusión, del delirio, de las crueles angustias, de las luchas internas y del desprecio supremo que siento por la vida.


22 marzo 2010

Ecce Homo

Idealista, inmoral, irresponsable y con serios problemas con la “autoridad”. Cada especie de hombre tiene sus signos, sus sellos, cada una tiene sus virtudes y sus lastres, cada una tiene sus vicios mortales. Uno de los signos del Lobo de la Estepa era ser un hombre nocturno. La mañana era para él la peor parte del día, la temía y nunca le había traído nada bueno. Nunca había estado alegre en ninguna mañana de su vida, nunca había hecho nada bueno en la primera mitad del día, ni había tenido buenas ideas, ni le había deparado ninguna alegría, ni a él ni a los demás. Al empezar la tarde iba reaccionando lentamente, se animaba y, al llegar la noche, en sus buenos días, se tornaba creativo y, a veces, alegre.

Mi vida, de una en otra conmoción, había sido un continuo descenso, un alejamiento cada vez mayor de lo normal, de lo permitido, de lo sano. Estaba a lo largo del año sin trabajo, sin familia, sin hogar; estaba fuera de todo grupo social, solo, sin amor de nadie. Era sospechoso para muchos, estaba en continuo y amargo conflicto con la opinión y moral públicas y, aunque seguía viviendo en el ámbito burgués era, sin embargo, por mi manera de pensar y de sentir, un extraño en este mundo.

Mi vida había sido penosa, alocada y desdichada. Conducía a la destrucción y a la anulación. Había sido amarga a causa de la sal del destino de toda la humanidad. Pero había sido rica, orgullosa y rica, una vida regia aún en la miseria, y no giraba en torno a los centavos, sino en derredor de las estrellas. Mirada desde sus resultados, la vida vagabunda e inadaptada es una cantidad negativa. Pero mírese a ella misma, al movimiento interior del espíritu, indócil, inquieto, exigente, que no se deja modelar por las imposiciones del medio, que prefiere ser fiel a su individual destino, aunque esto le cueste renunciar al triunfo en la sociedad. Al punto notamos la nobleza, la dignidad que hay en esta manera de enfrentarse con la vida.

Un buen amigo suele decir de mí: Así es él; violento y cruel, pero más que contra nadie, contra sí mismo. Es un pobre impulsivo, que sólo posee fuerzas y carece de objetivos. A cada momento querría beberse todo el liqvor del mundo, pero sólo logra obtener una gota. Tiene mujeres, y nunca se siente feliz. Siente afecto por alguien y le zahiere. Finge aborrecer a todos los que se contentan, pero sólo consigue detestarse a sí mismo por no ser capaz de contentamiento. Atrabiliario, orgulloso, caprichoso, habituado a vivir para sus antojos y a no hacer sacrificios; hombre al que guían o arrastran oscuros instintos y que, en horas de cavilación, mira su propia vida desde fuera como quien contempla un espectáculo trágico en el teatro. Si el ser un solitario y el no llegar a ser comprendido son enfermedades, él padece estos males más que nadie. Es un hombre de temperamento nervioso, incapaz de contenerse; pero acaso en su fuero interior sufre más de lo que hace sufrir a los demás.

Siento que no he nacido para el bienestar y la felicidad, sino para la caída y el fracaso, y que si careciera de este lado negativo, el manantial de mi creación fluiría más pobre y más turbio todavía.

¿Qué iba a ser de mí? Era cosa que me tenía sin cuidado. A mi manera, estaba sosteniendo mi lucha contra el mundo por medio de la borrachera. Era mi modo de protestar, bastante raro y nada atractivo. Pero de este modo me aniquilaba. De acuerdo con mi personal planteamiento de la cuestión, si el mundo no utilizaba a los hombres como yo, si no tenía para ellos un puesto mejor, ni podía encomendarles una misión de más alcurnia, no había para nosotros otra alternativa mas que el aniquilamiento. ¡Peor para el mundo!

No puedo dejar de ser quien soy; por lo tanto no puedo dejar la bebida. He de quedarme con lo que me mantiene todavía en la vida y me conserva el temple, ¿entiendes? Los bebedores suelen convertirse cuando hallan algo que les satisface más que el alcohol, y en forma más duradera. Para mí ha habido algo: las mujeres. No puedo ya tratar con otras mujeres desde que la mía ha sido mía. Me ha dejado, así que… Hubo un tiempo en que tomaba una copa de liqvor, pero ahora cualquier cantidad inferior a una botella me resulta insuficiente. No podría pensar ni hablar ni vivir ni tener siquiera la impresión de que soporto mi vida, si no me tomara antes unas copas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario